La verdader Fuerza es la sabiduría.

(Fuente de la imagen: Libertad Digital)

Por lo pronto pensamos en la fuerza como una energía contundente, seca y devastadora que arrasa de un plumazo todo lo que encuentra a su paso.

Y no es para menos, viendo el complejo panorama que vivimos. Si tan fácil fuera poner orden en el desconcierto, otro gallo cantaría. Y sin embargo debemos ejercer una fuerza de retén. Todas las fuerzas que necesitas invocar en ese momento para que la justicia esté contigo no están operativas, o no son legales. Y es desesperante. Luego, la religión, para quienes crean, al menos la católica, se toma vacaciones porque nos cargamos al Hijo del Hombre y aún le dura el cabreo. En pocas palabras, que si rezar pudo servir para algo, últimamente parece más una solicitud que propiamente un resultado. Aceptar nunca fue un ejercicio fácil en el lado en que acostumbrarse a ello invita al conformismo y a la resignación. A veces aceptar es el principio para activar cambios significativos. Y en eso nos batimos: en interpretar continuamente la vida, sus sucesos y sus señales.

Ser paciente y civilizado te puede costar la salud porque desgasta enormemente.

Ser correcto ha dejado de ser interesante, conveniente e incluso no es económico. Y es que hoy en día ser malo y literalmente un pelao tiene más ventajas que inconvenientes. Los sinvergüenzas tienen de su lado toda la tutela legal. No es casual y el tema es fácil de ligar. Y aún así, contener la ira es la mayor muestra de sabiduría que podamos hallar. Forma parte de nuestra naturaleza, pero requiere esfuerzo descubrirla y ordenarla.

La fuerza por pasiva es la paciencia.

Cuesta tremendos esfuerzos contener la ira ante lo que vivimos y sin embargo la inteligencia sugiere que nos toca sufrir y ver como nos asaltan, violan, roban y violentan. Nos suben el IVA, recortan pensiones, olvidan que atacar al empresario es destruir empleo… Estamos en desventaja. Qué bonitos aquellos tiempos en que podías dejar el coche con las ventanillas abiertas mientras ibas a comprar. No volverán. El coche con la mejor suerte lo encontrarás en un torrente o tuneado.

No es fácil compensar las consecuencias de la maldad del entorno, la incompetencia y la irresponsabilidad. Si no te mimas un poco y te mentalizas de que hay que echarle filosofía al tema lo puedes notar.

Si no fuera porque he salido del bucle tenía mis dudas de que propiamente la paciencia sirviera para algo, ya que visto está que todos los derechos por los que nuestros antecesores lucharon están siendo convertidos en fosfatina. Sin embargo, no practicarla puede complicarnos sumamente la vida. Estar enfadados/as y estresadas/os permanentemente reduce nuestra energía y nubla el discernimiento, afecta a nuestra vida social, pudiendo conducir hacia el aislamiento de hecho, o voluntario. No permitas que las emociones te hagan prisionero.

Por poner un ejemplo: nuestros gobernantes confunden el derecho a una vivienda digna con refrendar el derecho a la ocupación ilegal de viviendas.

Ahora por lo visto los okupas pueden empadronarse en la vivienda que ocupan. Y digo yo que uno se llega a cansar. Esta semana un amigo indignado me contó su caso y la situación de vulnerabilidad y desamparo en que le dejaron las autoridades en ese momento al denunciar un intento de ocupación y le dijeron que no tenían unidades y que tenía que denunciarlo en las oficinas. Imaginad la cara de póker que se le quedó cuando la empresa instaladora de alarmas le dijo que cuando se activa la alarma, la policía se dirige al domicilio y procede a la desocupación inmediata. Y en ese momento se te ocurren otras fuerzas que tampoco conviene mencionar porque lógicamente tienes las de perder y te complicas la vida. Con lo cual, vuelve la paciencia a esgrimirse como la única fuerza que puedes ejercer para no salir perjudicado. Retener, callar, aguantar. Y sientes que vas explotando. Ahora mi amigo está más calmo. Sabe que por cincuenta pavos al mes, AHORA SI, ya tiene la tranquilidad que al asalto, la policía acudirá.

Hasta que llegas a la conclusión de que si quieres seguir cuerdo, debes desviar el foco hacia otros valores que hallas en tu vida.

Y vienen los dulces recuerdos, los días de vino y rosas, las hazañas, las gestas, los buenos amigos, la familia- depende, no es garantía de nada por el mero hecho del vínculo de sangre- y mantenerte en forma para que la mente, por la debida oxigenación que propicia el deporte al cerebro y al organismo, se mueva en una zona de homeóstasis o equilibrio emocional. Sentirse relajado/a evita que entres en barrena y que por un cruce de cables por falta de contención, liberes cualquier fuerza distinta a la paciencia, o como mínimo, que sea constructiva y no te complique el panorama…más de lo que esta.

Argumentos favorables al ejercicio de la paciencia: el deporte.

Independientemente del lado duro de la resistencia pasiva que he mencionado anteriormente, existe otra fuerza y es la persistencia. Parte de la solidez y de la convicción que desde la motivación y la visión, una persona consigue sus objetivos por duros y complicados que estos puedan ser.

Requiere del ingrediente de la paciencia, pero en otro sentido.

Se contiene con inteligencia todo el presupuesto de una energía o fuerza que se liberaría de forma irracional y desproporcionada para gestionarse de forma gradual y progresiva. Todo ello con las pausas de súper-compensación necesariasa fin de ir creciendo de forma lineal a exponencial durante el proceso. La perseverancia como motor de resultado parte del estímulo que significa para la moral el más mínimo logro y desde ese punto es capaz de construir el argumento del éxito. Tenemos por fin un nivel de fuerza que nos concede un punto de satisfacción: ser pacientes, centrarnos en el momento y tirar de la memoria para hacer acopio de fuerzas que creíamos perdidas en el olvido y pueden convertirse en un hito para la supervivencia.

Porque si el principio de Antoine Lavoisier de la conservación de la energía está demostrado, que lo está, la mera convicción hacia un propósito firme es argumento suficiente para organizar nuestra energía de forma que nuestra mente alinee la propia energía a través de las debidas palancas, engranajes y fuerzas necesarias para lograr resultados sorprendentes.

Si existe el wi fi, la energía puede canalizarse, enviarse y transferirse.

Pero debe ser de forma intencional, concentrada y dirigida. La concentración es propiamente una parte de la cadena de fuerza y es esencial. Cuanto mayor consistencia adquiere el músculo cerebral para nutrir el proceso de continuidad y vencer los estancamientos, más capacidad es de mantener el elemento volitivo centrado en el objetivo…muy a pesar de las dificultades.

Cuando la liberación de la fuerza es instantánea e interviene la adrenalina, el organismo se intoxica y con el tiempo ese envenenamiento se paga.

Recuerdo que tiempo atrás utilicé el deporte como una forma de liberar la ira. Hice auténticas burradas. Remontar tres minutos de desventaja en un puerto de montaña en bici, o dos y medio corriendo, sprints a fondo remontando cien metros en doscientos, o correr sesenta y un kilómetros al sol para evitar hacerle daño a alguien. Los excesos de juventud son una fuerza explosiva que con el tiempo se pierde en favor de la resistencia, que es una fuerza más pausada, constante y con efectos mayormente constructivos. No hay que descuidar algo de trabajo intensivo para evitar la degradación muscular a que nos somete el fondo a ritmos bajos y demasiado constantes. Pero el poder erosionante de la fuerza basada en la persistencia, es con diferencia el voto más categórico hacia el éxito.

La lección que he aprendido con el tiempo y en mi actual reconciliación con el deporte informa que las verdaderas fuerzas están volviendo por efecto memoria y un proceso muy intencional de activación-proyección.

Mientras entreno, trato de centrarme en lo que hago, en los amigos, en los cálculos en el paisaje y todos los pensamientos que invoco son saludables. Nunca he estado peor que cuando abandoné la práctica deportiva, es decir, toda la vida menos diez años. Y es que cuando dejas de lado toda actividad equilibradora, la tipología de fuerzas que solicitan entrada en tu mente son precisamente las menos convenientes, por lo general, insanas y poco vinculadas en esencia a la calidad de vida.

Es un topicazo pero aquel postulado de “La potencia sin control no sirve de nada” es bien cierta.

Y con la edad lo notas. Todo cuanto proceso merezca la pena se organiza en un plazo, rara vez en la inmediatez. La resistencia te modera, te educa, te lleva más allá. Te permite evadirte del tiempo. Ir y volver durante el recorrido. Es tal el placer de sentirte bien, sano y equilibrado que todo lo demás se ordena con una intendencia perfecta orientada al cuidado de los detalles al punto en que desarrollas un celo para no fallar, para proteger el trabajo realizado.

El cuerpo también tiene memoria para la fuerza demoledora…

Sólo que precisa más tiempo para hacer esa llamada y la fuerza que no se te da, hablando en términos simbólicos, es porque era el Demonio te la prestó para enamorarte de la juventud y sufrir anhelándola. Ya no te pertenece. Cada invocación de un exceso se abona con intereses. Esto es: mucho hielo y pomada. La remontada ya no se hace en un golpe sino en dos, o tal vez en más. Pasamos del día al plazo.

Ahora ya no corremos con el cuerpo, sino con la mente.

Cuando eres joven no hay dolor. Todo es dicho y hecho. En cambio, cuando te haces mayor y te levantas por la mañana y todo rechina, es cuando te das cuenta de que levantarse para acometer tribulaciones es un acto heróico. Recuerdo el caso de demarrar demasiado temprano y ver como un máster de cincuenta años te remataba en la línea. Aquí podríamos hacer una evocación a ese misterio que los científicos aun no alcanzan descifrar.  Sin embargo, la misma persona que te había desmontado la moral tenía que levantarse despacio en el bar tras zamparse un pa amb oli, unas tapas y un ron, gemía al levantarse de la silla. No lo entendía, ahora sí. Cada mañana es un proceso pro-activo o reactivo que sólo tú manejas en función de tu estado moral, tu estructura de códigos y significados. Dicho de otro modo:

Tú decides si te levantas pensando en las cosas que valen la pena, o recreándote y envenenándote en lo que no tiene solución. No es fácil.

La paciencia inspira al veterano y enerva al joven.

Quien no practica deporte se mueve en un locus de control interno más inestable y corto-placista, de manera que hay personas que nunca desarrollarán todo su potencial, ya sea por falta de sacrificio o de honestidad consigo mismas.

La gestión y el conocimiento de las fuerzas es un hecho cultural.

El estudio de las energías y su dinámica ha ocupado miles de años de estudios y aún podemos preguntarnos qué fuerza ayuda al enfermo prácticamente deshauciado a recuperarse y a luchar por volver, para acabar haciéndolo -Mi padre- Y casos de personas que sufren graves enfermedades y tienen esa inteligencia profunda, potente, caudal y erosionadora que vence todos los juicios y vuelve entre los vivos porque atesora la consciencia y la conciencia de saber que aún tiene muchas cosas que decir.

Hay cuatro formas de vencer a la peor enfermedad: el sentido de una responsabilidad, el ser trascendente y el amor como punto de apoyo hacia las personas. Por inclusión, la que aúna a todas las anteriores.

La firme convicción en la idea: Voy a vivir, más que quiero vivir vence en consistencia. El querer por el querer puede adolecer de algunas fisuras internas, más si se basa en pulsos morales ambiguos. En el Voy a vivir, el deseo lleva implícita la contundencia de un propósito muy visualizado, arraigado e intencional. Hay una realidad en la consciencia de resultado. Cuando las reservas físicas tocan bajos interviene un elemento límite que depende de un desarrollo para el que pocas personas están preparadas. El Agarre a la vida. Se aprecia poco de contingente en una idea tan fija. Las fuerzas que despiertan en el proceso de recuperación son más regulares, presentes y progresivas. Es el caso de Don Eduardo Chozas, a quien dedico este post de todo corazón y en Acompañamiento al Desierto que está atravesando. La clave está en la potente resistencia espiritual, mental y física de una persona acostumbrada a dominar la mente y a gestionar con eficiencia los tiempos subjetivos. Como bien dijo en la entrevista que nos dedicó en abril:

La mente va donde tú la llevas”,

Refiriéndose en el contexto de graduar el desarrollo mental interno durante una escapada extrema como pudo ser la victoria en Terni-Vasto, 1983, en Aurillac 1985 o en el Col du Granon en1986Esas legendarias escapadas en solitario solo podían sostenerse en una habilidad y una superestructura mental basada en el meta-dominio, o en la conciencia concienciante que Octavi Fullat aduce a partir de Kant, Martin Heiddeger y el fenomenólogo Husserl. Don Eduardo asevera que intentaba alrededor de quince escapadas en una gran vuelta para lograr un triunfo. Sin embargo no obran en disvalor, todas aquellas ocasiones en que la victoria  no fructificó, pero sí se cumplieron de forma satisfactoria otros balances que merecían la pena: la presencia, la insistencia, la búsqueda constante de la oportunidad. Y es que hay un punto diferencial. Algo así como el que unos empiezan donde otros acaban. La fuerza moral, una vez más, desde la paciencia, la persistencia, la capacidad para resetear la mente y lanzar los mensajes adecuados al organismo y a la propia mente para resistir.

El espíritu marca el linde selectivo y establece el indicio suficiente, el milímetro necesario para ganar.

Me llamó mucho la atención ese meta-sistema de gestión mental poniendo por encima claramente un elemento que dirime, como una voz externa dentro del sujeto, que da más apurando con eficiencia cada recurso.

Si analizamos en profundidad tal proposición hallamos un elemento espiritual, un motor muy resuelto, o hablando en términos filosóficos, un meta-elemento que trasciende al que a priori es el centro del pensamiento, regido por un núcleo decisor de nivel superior.

Cuando observamos el comportamiento natural de los elementos y sus reacciones, somos testimonio directo de la mayor muestra de fuerza inteligente.

A partir de aquí todo se comprende. No hemos inventado nada. Tan sólo nos corresponde descubrir que todo lo que acontece en nuestra mente y en nuestro cuerpo es algo que está en nuestra mano manejar. La experiencia, la fuerza del amor, los apoyos, los hábitos adquiridos, los valores, el espíritu de sacrificio, el gusto por lo estético y la admiración de la naturaleza y sus manifestaciones, así como todas aquellas sanas fuerzas que en un espíritu sano se pueden recuperar en las debidas raciones. Todo se reduce a una cuestión de capacidad, coherencia, coordinación y sobretodo, de firme convicción. Lo que nos diferencia a unos de otros, o mejor dicho, lo que puede unirnos y merece la pena aprender, para parecernos al menos en la esencia del vitalismo, es tener una respuesta sólida a la siguiente pregunta:

¿Eres consciente de cuáles son tus anclajes?

 

Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca debemos perder la esperanza infinita.

Martin Luther King.

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Por Tony Socias

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