Lo que merece la pena nunca suele ser fácil. El extraño caso de Hermann Klein lo demuestra.
Conocí a Javier Quirce en Linkedin. Ese hecho me animó porque es una red profesional que cada vez alberga más fiabilidad entre sus usuarios. El bueno de Javier me comentó, tras contactar con él, que estaba escribiendo una serie de novela negra basada en los casos de un detective residente en Barcelona que asumía desafíos a nivel internacional. Y me animé a leer El extraño caso de Hermann Klein. Su primera novela despliega su acción en Hong Kong. La serie lleva por nombre: Steinberg.
Esta reseña no se centra en el argumento de la trama, sino en el sentido de su fondo desde el conocimiento del autor, sus habilitaciones y su gran valía como persona.
Al final de esta exposición de carácter sociológico, adjunto dos vídeos en los que dos personas que saben mucho de realidad editorial y de cine, Fran y Ricard, se centran en aspectos más técnicos relativos al argumento.
Mi misión en este acto de refrendo es esclarecer por qué ciertos elementos son puntos de fricción que complican un poco la vida en el aspecto de la popularidad, pero pesan más como valor.
Leí la novela despacio. Cuando leo una obra no suelo dejarme imponer el ritmo. De esta guisa, si la intensidad se acelera tiendo a pausar. Porque empatizar con una obra y su autor pasa por mantener la neutralidad, no estableciendo una identificación con el autor y su propósito.
El extraño caso de Hermann Klein es la implosión intelectual de un autor muy preparado y con una enorme energía que a veces se descontrola.
El punto fuerte de la obra es que el protagonista, Juan Steinberg se presenta como un personaje muy pesimista en su posición vital. Su visión del mundo es oscura y ese hecho es compatible con una difícil experiencia existencial consigo mismo. Llegas a sentir compasión por él. En otras ocasiones puedes comprender sus pensamientos y lo que asusta de su cosmovisión es cuánto sabemos en el fondo que la realidad supera con creces a la ficción. Sin embargo es muy pragmático y deductivo en sus gestiones estratégicas durante la evolución del caso. Es difícil contener a la bestia. La experiencia irá poniendo la performance. De momento la lectura es: mejor que sobre, que no que falte.
Steinberg arrastra cadenas. ¿Quién no?
Sólo que las suyas son muy pesadas y chirrían tanto que la complejidad de los personajes de la trama con los que coincide les habilita para percibir, a poco que intercambian las primeras palabras, ese trasfondo que le acompaña a modo de aura. Y quede el matiz, tan negro o más que el propio género literario que avala el fondo. Y es que los personajes como mínimo son igual de complejos que él.
Tal vez Javier podría haber avanzado en la sinopsis de El extraño caso de Hermann Klein que el hecho de tratarse de una novela corta de 125 páginas no implica necesariamente una lectura rápida. Igualmente que por el nivel cultural que exigen sus líneas no es para todos los públicos.
El nivel cultural de los personajes es alto. Se trata de empresarios, ejecutivos y fundadores de grandes corporaciones. Incluso los jefes de las mafias lo son porque tienen una singular forma de interpretar la realidad y un código de honor, por paradójico que pueda parecer, más sólido que el de cualquier hijo de vecino. Estas credenciales unidas al diseño de Steinberg, arrojan un argumento que alterna la ligereza, la facilidad de crearte una imagen de lo que ocurre con pasajes tan auténticos como densos que pueden descolocar al lector genérico, sintiéndose éste ofendido por el hecho de no haber sido previamente advertido. Steinberg tiene puntos de Javier. ¿Por qué no? Si Michael Connelly es Haller y Bosch sólo él sabrá en qué rasgos, es normal que los autores inyecten algunas características de su personalidad. Este punto es a la calidad de un estilo lo que la denominación de origen a un producto de la tierra.
No es un ingenuo.
Demuestra en la organización de su trama un excelente conocimiento de los resortes que mueven el mundo. Tal vez por eso choque frontalmente con la petición de dolencia que sufre nuestra ciudadanía ante la conciencia de la falta de compromiso personal con las cosas, incluso consigo misma.
Si El extraño caso de Hermann Klein hubiera sido un topicazo el final sería previsible.
Un tipo al que todos los miembros implicados en la organización buscan con denuedo. ¿Novia a la fuga?¿Dónde carajo está Jack? Tenemos el horno, los comensales, el dinero y el género…¿Dónde está el pizzaiolo? Hermann Klein no es cualquiera. Ese es el fundamento principal para entender cuán le echan de menos sus seres queridos.
El lector genérico encuentra ante sí un e-book breve, aunque puede producir disonancias cognitivas difíciles de procesar ante el público más hecho a la lectura ligera.
Como el mar cuando se encabrita sin preaviso, El extraño caso de Hermann Klein deja al descubierto algunas carencias culturales del lector cuyo único objetivo es el entretenimiento. El público acostumbrado a digerir muchas series de televisión y cine se ha acostumbrado a la estética, a la agilidad y a la explosividad. A menudo no se es consciente de como los esquemas se repiten.
El extraño caso de Hermann Klein no es diferente en su planteamiento de una serie de televisión de éxito.
Cualquiera que conozca a Nathan Ford, Remington Steele, tiempo atrás, Red Reddington o a Patrick Jane sabrá que el episodio piloto se basa en un núcleo concurrente, el primer caso donde brilla y a la vez deja abiertos una serie de interrogantes o anclajes de vinculación que, hablando coloquialmente, enganchan a la audiencia. En el mundo de la literatura es algo más complejo. Más, últimamente, en la versión dos punto cero en que cualquiera puede opinar y poner estrellas. Steinberg resuelve un caso y eo tempore deja un reguero de interrogantes que reclaman una continuidad.
Lo quiere todo y lo quiere ahora.
Hablando en términos ciclistas, el conflicto interno de hallarse ante un puerto de montaña corto, pero cuyas rampas en ocasiones rozan súbitamente el veinticinco por ciento genera una reacción que expresa esa frustración en las reseñas. En el argot culinario El extraño caso de Hermann Klein es un plato pequeño, pero muy potente en su fondo de sabores. Asimilar eso es la primera clave para comprenderlo.
Trucos para comprenderlo bien y asimilarlo:
-Rueda despacio cuando todo transcurre rápido para no desfondarte en los pasajes más exigentes. Por ejemplo, el discurso de John Archibald, el carácter impositivo de Berger, o la genialidad y excentricidad, si es que no se trata de los mismo, de Klein.
–Digiérelo día a día. No lo quieras leer rápido. Te sacudirá y experimentarás sensaciones extrañas.
Las plataformas de publicación deberían conceder al autor la opción de defenderse o de poder explicar ciertos aspectos de su obra.
Sigue reinando la desigualdad de condiciones y así os lo digo. Por más que nuestros tiempos se esfuercen en hacer creer que todo el mundo puede saber de todo y hacer de todo, no es así. Esa creencia es una grave falacia que empodera de forma velada y despiadada a una amplia generalidad para desacreditar lo que desconoce.
Si Javier puede sentirse orgulloso y culpable a la vez de algo, es de poner en evidencia la crisis intelectual que sufre nuestro país.
Esa fue la parte que me atrajo. De haberse tratado de una trama común me habría decepcionado, o sencillamente me habría quedado igual. Los personajes son lo que son. Ni buenos ni malos. Solo actores movidos por sus circunstancias y muy convenientes. Toda trama alterna energía centrífuga y un magnetismo hacia el centro.
Comprender que todo gira en torno a la búsqueda de Hermann Klein y asumir que el núcleo de la historia parte de Steinberg es la primera pista de que vamos bien encaminados. Se encuentre o no a Klein, Steinberg sigue.
¿Quién no ha tenido una conversación en un bar con una personalidad absorbente encantada de conocerse a sí misma y que no te deja ni hablar en toda la noche?
Y sin embargo, ocurre muchas veces. Por eso no comprendo como algunos pueden sentirse extrañados. Lo que cabrea a mucha gente y perdonad la expresión, es cómo este libro pone al descubierto carencias en la interpretación de los vectores que rigen el mundo, las miserias de la condición humana y hasta qué punto, como dice Timothy Hutton cuando encarnaba a Nathan Ford, a veces, los malos son los mejores buenos.
Todos los personajes son redondos.
El discurso de los personajes y sus actuaciones nos crean una imagen fácilmente aprehensible de quienes son y qué valores definen su código de conducta. Si algo tienen en común, aparte de un potente nivel cultural y una visión muy avanzada, es singularidad, carácter y una enorme capacidad para justificar sus intereses de tal manera que si no eres de los que paramos cuando nos intentan convencer, hasta empatizas con ellos.
El encanto de Steinberg es el carácter que raya en el antihéroe.
Ahí Javier acierta. ¡Es la clave! Un detective demasiado maqueado y perfecto se alinearía con lo comercial y esto está muy visto. Entonces le reprocharíamos que está en el estándar Valoro los riesgos que asume como autor porque los personajes enigmáticos atraen a las personas que sienten curiosidad por los perfiles cuya decodificación es compleja. Y causa rechazo en aquellos lectores que con todos los respetos, buscan el tránsito por una lectura ágil.
El formato y la gestión de los ritmos informan un potencial en el autor que una vez encauzado tiene poder para cautivar.
El extraño caso de Hermann Klein nos dice que es lo que podemos esperar de la serie Steinberg, pero sobre todo, de Javier. Analizar el conjunto y sentir curiosidad por ver qué sucederá en sucesivas entregas en que los enigmas relativos a su personalidad y su pasado se vayan descomprimiendo.
Técnicamente, el hecho de tener que autoeditarse para presentarse al mundo le ha jugado alguna mala pasada, pero informa como es nuestro sistema cuando no te alineas a sus exigencias ideológicas. Estás sólo y sin embargo debes escuchar a tu instinto.
El extraño caso de Hermann Klein puede ser una experiencia compleja para el autor. Sin embargo el error sería parar y desoír la voz interior que clama decir al mundo estoy aquí y te ofrezco a Steinberg: un detective raro de narices del que con el tiempo te enamorarás y a quien a partes iguales odiarás. Genera esos sentimientos a lo largo del pasaje. Lo bueno ganará.
Javier debe seguir.
Tiene que haber una continuidad más allá del contradictorio proceso de sentimiento de éxito por el objetivo logrado y el duelo de cómo se ha juzgado la obra. Uniéndome a Fran y a Ricard, a mí como a Javier me gusta el cine y en este caso, Doce hombres sin piedad y Henry Fonda son la inspiración para describirlo. Era más cómodo para mí no comprometerme con un autor extraño y una obra cuestionada. Era lo más sencillo. No me sentía bien. No quería ser uno de tantos que a lo rápido eluden probar de vez en cuando algo cuyo algoritmo sean 2+2= 5. Sin embargo, el compromiso por detectar lo esencial de su potencial era una misión superior. Porque de lo contrario, de no emprender esta labor, no era mejor que todos aquellos que bajo una reseña despiadada e injusta, ignoran lo fácil que es quebrar una moral y quedarse tan tranquilos.
Para poner en su sitio a quienes viven para matar la ilusión y a quienes nos gusta lo diferente.
Dedicado a quienes desean seguir disfrutando de su trayectoria artística. Steinberg debe seguir aceptando casos, pero a la vez, controlar su impronta para que los demás no sepan tanto de él de primeras. Javier está capacitado para la narrativa, la filosofía y el ensayo, e igualmente, para la poesía.
Sigue pesando en su contra la asunción de que una obra es menor por el mero hecho de tener una extensión breve. Y resulta paradójico porque ahora todo lo voluminoso cansa y frustra.
Mi crítica técnica es que habría hecho constar la obra de 10 o 15 páginas más y hubiera aligerado las zonas más densas, no descargando su valor, sino acortando las inserciones.
Si la expectativa era buscar un best seller, en el sentido de cientos de miles de ejemplares vendidos, harían falta diálogos más fluidos, un Juan Steinberg a la moda y una trayectoria brillante en todos sus aspectos. Tengo la teoría de que el número de páginas no obsta para lograr un superventas. No obstante, la memoria de ese éxito sería una cifra, no la esencia que con perseverancia y un espíritu pertinaz harán de Javier Quirce un escritor todoterreno. Su defecto, no se animen sus detractores, no es hacer gala de un nivel alto, es en realidad una virtud: desde arriba siempre estás a tiempo a acomodarte a un ritmo más asequible. Lo mismo al revés es más difícil de esperar.
Hoy en día nadie por lo común aguantaría a alguien hablando más de un minuto seguido.
En la lectura ocurre igual. Si un capítulo dura más en su lectura que los cinco minutos que aguanta un lector no experimentado antes de dormirse, es que es demasiado largo. Steinberg es frío y sabe que a veces un silencio es un excelente recurso para que quien necesita hablar, lo haga por sí mismo sin tener que interrogarle.
El extraño caso de Hermann Klein no es una pretensión comercial. Sus lineamientos son distintos. Y entrar en la dinámica de las grandes ventas supondría el riesgo de convertirlo en un vino peleón de supermercado.
Javier no espera en su fiesta a mil invitados, sino a cien que sepan de lo que habla.
Actualmente, o te acoges a unas condiciones que imponen las editoriales tradicionales, o saltas a la piscina sin saber si hay agua y te la juegas.
¡Con un par! No hay término medio. Javier lo ha hecho y creo que la ilusión de alguien que tiene algo que ofrecer y representa la capacidad para prometer más, está sin duda por encima y más al precio que se comercializa la obra, de disfrutar de más de una oportunidad de llevarnos más lejos.
El mediocre recibe más ayudas que el diferente.
Sin embargo es difícil esperar cambiar el mundo desde la actitud de los primeros. Casi siempre están solos.
Si tus consignas son:
-Sólo puedo respetar a un superior a nivel de conocimientos si éste/a tiene algo que enseñarme. La autoridad por el mero peso de un cargo no dice nada.
–La sabiduría no pesa por el mero transcurso de los años. La intensidad de lo vivido es más docto. Steinberg y Klein son sabios a una temprana edad.
–El mundo es negro. Si pudiéramos ver lo que se oculta bajo la superficie azul del mar la primera reacción así a bote pronto sería de terror. Si ese fondo marino es el sustrato y la perversidad de los seres más codiciosos de la tierra: pocos escrúpulos, el odio, el resentimiento y los objetivos por encima de la vida misma, por no hablar de sadismo, la expoliación y la megalomanía afloran como los bastiones de la miseria humana. Algunos de ellos son comunes y no necesariamente vinculados al poder.
Asumirlo y seguir viendo el mar de color azul es estar en la pista buena.
Entonces no te puedes asustar. Conoces como funciona el tema. Estás en ventaja con muchas outs para que pocas situaciones te pillen fuera de juego.
-La vida no es injusta. Es justa con los actos de cada cual.
Entonces estás preparado/a para comprender quien es Steinberg, su mundo, o el nuestro y hacia donde se dirige.
Su evolución en una pugna entre la negrura del abismo y el optimismo del que quiere seguir viviendo para ver qué viene después, establece el punto de equilibrio que explica porque aunque sientes escalofríos, en el fondo tienes que llegar hasta el final. Lo criticarás, lo juzgarás. La cuestión principal es:
¿Serías capaz de hacer lo mismo en las situaciones límite que consigue vencer Steinberg?
La exquisitez de su lenguaje cuando está onfire deja traslucir su registro intelectual fruto de su formación formal e informal y su bagaje, con experiencias dilatadas en países como Alemania, Asia y Estados Unidos.
Algunos podrían juzgar como un acto de soberbia el manejo del registro culto, pero eso desvela una de las vulnerabilidades de nuestra sociedad: premiar lo fácil y sancionar el esfuerzo, así como la inquietud y la valía.
No debería sentirse culpable quien lee, sino quien no quien no lo hace.
Quien vive de un modo distinto pone luz en las sombras. Mucha gente vive en la sombra de la falta de honestidad y en la carencia de fortaleza en la aptitud para adoptar el compromiso por pasar por la vida con ambición por aportar.
Ser culto se penaliza de hoy en día en un país cuyo eje es el camino rápido, el éxito efímero, la apariencia y la envidia.
Pensar un poco más de lo mínimo devuelve a la mayoría un mensaje que a modo de espejo anima a alejarse del éxito si con la satisfacción de esa pretensión, el inquieto se allana y hace feliz a quienes tratan de disuadirle hacia el abandono como salida digna.
¿Con qué me quedo de El extraño caso de Hermann Klein?
-Coincido con sus claves de funcionamiento del mundo.
–La vida, igual que la gente es jodida. No por eso la abandonarás. Hay algo de encanto en ellas.
–Sólo quienes damos la vuelta de rosca de seguir cuando todo el mundo quiere que paremos merece una consideración. ¡Siempre!. Una vez el nombre suena, la moral pone el resto y el carácter resiliente definen al artista y lo proyectan hacia el futuro.
–La curiosidad por investigar algunos hechos. Constatar que la historia la escriben los que vencen y el trasfondo de verdad que exige ser inconformista con la interpretación de ciertos hechos históricos que acontecieron de otra manera.
–Me siento una minoría autorizada para disfrutarlo. Aunque confieso con total honestidad y se lo dije a Javier que al principio evalué hasta qué punto hacer esta reflexión haría posible separarme del comercial, del técnico que valora la rentabilidad, del analista marginal que se abstrae de la presión y sabe ver que esto no es para masas y sin embargo, merece la pena ¡Porque ahí está el reto!
A continuación os adjunto dos vídeos de dos grandes de las reseñas literarias que se centran en El extraño caso de Hermann Klein, desde un ángulo más de técnica literaria: Ricard y Fran.