La crisis de los 50 no deja de ser otro estándar. A menudo puede servir de abrigo en aras de licenciar a la mente para la creación de nuevos monstruos.
Si nos detenemos a hacer memoria y caemos en la tentación de dedicar una excesiva atención a los tópicos que intencional o accidentalmente acaban limitando a la población, no tardamos en apercibirnos. La crisis de los 50 no debería resultarnos extraña. Ya vivimos la de los treinta, la de los cuarenta y ahora parece que viene una nueva. ¡Ah!, y no olvidemos que quienes ya han pasado la zona, atestiguan que la de los sesenta y setenta son demoledoras. Y no es tanto el momento de cumplirlos, como el proceso de preparación. ¿Merece la pena aceptar sin cuestionarlo, el sentido de esas crisis estacionales? Veremos que no.
¿Y si eliminamos ese hito y consideramos el paso de los años como un simple continuo?
Si nos esforzamos por hacer las cosas bien, cuidamos nuestra salud física y social y nos adaptamos a los tiempos…¿Por qué debería pararnos un número? Se dice que los 50 son los nuevos cuarenta. Los más optimistas, claro. Sin embargo y al margen de los mensajes de ánimo que transmiten los preclaros, el resto tiene una asignatura pendiente en la crisis de los 50 y es: aprender a vivir al tiempo.
Y si no tenemos el ejemplo de Mr Clint Eastwood que con 90 años pasados continua trabajando y realizando proyectos.
La mente, ante la motivación y una inteligente aceptación, nos lleva más allá de los límites prescritos.
Lo que nos enferma no es cumplir una edad, sino el modo en que se vive por dentro y la intensidad con que se reacciona ante ello.
Desde ese punto y a partir del ensalzamiento de estos tópicos tan arraigados a la sociedad occidental, el miedo es el primer responsable de romper trayectorias. Se da rienda suelta a la tristeza, nos auto-limitamos dejando vía expedita a la fragilidad de la salud, a la depresión e incluso a la muerte prematura. Porque el modo de procesar lo que vivimos y el dramatismo que le cargamos obran como bombas de relojería en el funcionamiento de nuestra mente y por derivación, en nuestro cuerpo.
Desde el pensamiento y lo que nos decimos en base a esa combinación de mensajes heredados y fobias adquiridas, la mente lo puede todo.
Es capaz de lo mejor y de lo peor. De acuerdo con la conocida frase de: cuidado con lo que deseas, toma nota y de perseverar en exceso en ciertas creencias, fobias y bloqueos funcionales, los números para que se somatice una enfermedad letal son cada vez mayores.
La impronta de las nuevas generaciones en el trabajo. Una cierta desazón, angustia y sensación de improductividad.
Es fácil asumir de primeras que compartir nuestra labor con jóvenes que se alinean en las nuevas hornadas que como se suele decir rápido y claro han nacido con una tablet bajo el brazo, puede acomplejar un tanto, incomodar. Por lo común ejercen una presión muy intensa.
Son veloces en el manejo de los instrumentos, hablan rápido, parece que manejan un argot distinto y pueden actuar con cierto desdén y prepotencia hacia el agente senior.
Insisto, no son todos los jóvenes. No es fácil convivir con:
- Jóvenes que se orientan hacia el cargo mostrando pocos escrúpulos y tratando de utilizarnos para sus fines de promoción, o rechazándonos con descaro sugiriendo de forma explícita que podemos jubilarnos.
- También se prodigan aquellos que se proyectan de lleno a los resultados.
- No faltan en un tercer nivel quienes desean impresionar a las instancias superiores de la compañía demostrando un manejo de procesos, independientemente de que no anden tan finos en una productividad de hecho. En cualquier caso, unos y otros pueden hacernos sentir insuficientes y presionados.
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En una zona más agradable, encuentras a personas jóvenes con una educación exquisita, con potencial de un cargo en el futuro, aunque no lo busquen.
- Tienen una comprensión global de la realidad.
- Manejan con elegancia un código ético y jamás te perjudicarán con el arribismo propio de un tiburón.
- Comprenden la cultura de la empresa, se nutren de ella para crecer como profesionales, a la vez que como personas.
- Son amables y te ayudan.
- Hacen las cosas porque forma parte de su trabajo, no para agradar. No buscan marcar el tanto.
- Comparten la información y tienen paciencia.
- Transmiten y les apasiona cooperar, aceptan un consejo de la experiencia y son humildes.
- Con todo lo que vivimos y aún queda alguno/a.
Tal vez en lugar de victimizarnos podamos extraer una lectura positiva.
Y es que puede ser el momento de dejar de lado los galones y la consigna de la experiencia que parece no importarles nada y nos resulte más útil entrar de pleno a las nuevas tendencias. Por esa vía nos renovamos como profesionales, lo cual alinea nuestra autoestima y nos acerca en mayor medida a las nuevas demandas. Dotados de esas nuevas competencias y lejos del recelo instintivo que ocasionó el impacto que nos hizo sentir agredidos con su impronta, puede ser más fácil contribuir a los verdaderos intereses de la empresa, tema que está por encima del juego de egos.
Desde ese punto la cosa puede funcionar.
Seremos más respetados, nos sentiremos piezas de valor en la organización y podremos participar en proyectos interactuando con los jóvenes, dejando de verlos como una amenaza y estableciendo verdaderos enclaves de aprendizaje recíproco, como señala en su terminología Vicente de los Ríos Medina -El misterio de reinventarse y Empresa Sana-, obteniendo importantes réditos en beneficio de la empresa trabajando el coaching inverso: experiencia y manejo tecnológico, más allá de sumar, pueden multiplicar, logrando en perfecta sintonía la posibilidad de que ambas realidades convivan de forma constructiva en la empresa y la impulsen.
La contrapartida. Ese sentimiento encontrado de sentirse aparcado por la nueva energía no nos excusa de actualizarnos, tanto si seguimos en la empresa, como si cambiamos de trabajo.
Lo que no podemos hacer es quejarnos de los jóvenes y no aprovechar las amplias posibilidades formativas públicas, privadas y promovidas por la propia empresa que existen, tan adaptadas en formatos y horarios. La crisis de los 50, en el momento en que por convención nos sentimos afectados por ella, no es en si el motivo por el cual esta realidad que nos conmina a reaccionar, dado que la tecnología ya no se nova decenalmente.
Cada año se producen cambios, cada día se crean aplicaciones que superan en eficiencia a las anteriores. El proceso crece a nivel exponencial.
Aquí debe gobernar la coherencia, ponerse manos a la obra, olvidar la tóxica competitividad y centrarse en el objetivo de la competencia, que es la premisa común que da sentido al motivo por el cual nuestra empresa nos tiene en nómina y aún a día de hoy confía en nosotros. El camino de encuentro que da sentido a la convivencia de una comunidad de trabajo. Sobran los complejos de inferioridad y el sentimiento de estar amenazados. Tenemos la oportunidad de retarnos y ponernos al día. Eso o reducirnos. Puede ocurrir a los cincuenta y cada vez será más temprano. Todo se simplifica a una cuestión de actitud. Ser útiles, emprender un nuevo proyecto, o aceptar que quedamos desfasados. Compromiso vs rendición. En la brecha o eremitas.
Vivamos con entusiasmo y que la reacción al miedo sea el desafío o una aceptación, no en el sentido de una derrota, sino de la asimilación de un cambio de estrategia que obrará a mayor valor en nuestra forma de pensar y de actuar.
¿Entonces qué nos queda?
Veamos los límites que como una realidad aumentada pueden ser peligrosos si permitimos que residan demasiado tiempo en nuestro código de pensamiento y en el subconsciente.
Las supersticiones.
Desde antiguo, los estamentos que ejercían el control de las sociedades, bien se ocuparon de inculcar y preservar el miedo y una línea de actuación de mano dura contra el librepensamiento. Igualmente tolerancia cero so pena capital frente a cualquier vía que descarrilara al ciudadano del plan previsto. Han enraizado con tal fuerza en la conciencia colectiva con el paso de los años que crean una culpabilidad de fondo ante cualquier actitud que suponga un espíritu desafiante.
El qué piensan los demás.
El miedo ante el modo en que somos percibidos obra como una amenaza y no como una fuente de oportunidades mediante la reactividad y el desafío en unos términos racionales de riesgo que nos permiten avanzar y reventar la zona de confort. Alguien dice: no vales para esto. ¿Y si en verdad se lo está diciendo a sí mismo? Una valoración ajena puede ser recibida con asertividad, pero no obrar un efecto inhibitorio ante nuestras acciones planificadas.
La sujeción a ciertos hábitos que hemos elevado a rango de rutina vital y las asimilamos como invariables.
Los hábitos, del mismo modo que las rutinas, deben adaptarse con el tiempo, modificarlos al objeto de que nuestra mente asimile que hay más de un modo de realizar las tareas. Lo nuevo puede ser mejor que lo antiguo más allá del estricto hecho de que es nuevo.
El influjo de la religión y las corrientes adventicias.
Podríamos escribir un tratado interminable. Con sentido del humor apuntaré un ídem al punto de las supersticiones.
Los mensajes publicitarios de alta penetración.
Ver demasiado la tele es perjudicial para la mente. Las transferencias de la pasividad que genera una excesiva exposición ante la televisión es contraproducente en cualquier ámbito en el que podamos aportar valor añadido.
Una errónea percepción o conceptualización del tiempo.
No haber logrado algo con la celeridad que esperábamos no implica que de forma más paulatina y en virtud del efecto experiencia no se pueda lograr con mayor solidez y sostenibilidad. En España el fallo ante el intento ya marca al sujeto emprendedor de fracasado y le conmina a recibir la compasión social. Se le muestra el camino del rebaño, el de la normalidad que protege a los que se quedaron en el camino.
El éxito no se recibe demasiado bien en nuestra sociedad.
Es insolidario, como es el denuedo que inviertes en la consecución de una meta. No faltarán detractores, indiferentes y almas persuasivas cuyo fin será animarte amablemente al abandono.
Así como los miedos a los que en general los medios de comunicación más influyentes no dudan en sacar tajada, la solución puede pasar por hacer que la mente dé un paso más, se descargue de presión y pase al terreno de la acción.
La crisis de los 50 es un bloqueo que se produce por un mero choque de expectativas. Y es humano recibir ese primer impacto. Si a ello añadimos la pérdida de facultades físicas y permitimos que los errores que hemos cometido obren como un efecto de recogimiento y no como valiosos aprendizajes que nos ayudan a perfilar los siguientes planteamientos con mayor precisión, podemos acabar en el sofá chupando canales por días enteros, en un sindicato defendiendo causas prestadas, o en la barra de un bar contando la misma historia cada tarde del resto de nuestra vida preguntándonos por qué no tuvimos el valor de intentarlo, o hacerlo una vez más.
Aunque en el momento fuera por dar en las narices a aquellos que duermen tranquilos con la constancia de lo que llaman nuestro fracaso…
Merece la pena luchar por dar un nuevo golpe y desmitificar la acumulación de edad como un factor que obra en detrimento y no como un valor facultativo.
Lo verdaderamente importante cuando te sientes estancado y no tienes una gran idea, es sentir que la energía fluye. Es el nuevo principio. La mente le dice a tu cuerpo: ¡Levántate y lucha! No demores las respuesta. Aprovecha los efectos de la nueva inercia.
Cuando se siente en marcha ese torrente súbito que nos hace salir del guion prescrito, la tediosa monotonía y las siempre temibles certezas, es bueno asimilar que una dieta correcta, un ejercicio saludable más constante que explosivo, una pauta de lectura regular que te motive y crear un plan con el compromiso de llevarlo a la práctica, da igual cuarenta años que cincuenta o sesenta. La crisis de los 50 es un diseño que sólo surte efecto si le das crédito.
Veamos el tiempo como una variable más vinculada a la coherencia actitudinal que desarrollamos año a año, cómo nos cuidamos, cómo nos sobreponemos y cumplimos objetivos que como un motivo para supeditar la idea de felicidad y autorrealización a tributar por devoción, o por una especie de ley, un canon o tributo por cada diez años que cumplimos.
Podríamos perdernos muchas cosas. Puestos a morir algún día, que no sea con el interrogante de ¿Y si lo hubiera intentado?
Todo se reduce a una conclusión tan productiva y saludable como que a cierta edad, lo que sí es cierto, es que no tiene sentido monopolizar las tareas durante el día. Cada vuelta que da la tierra sobre sí misma se plantean vivencias y momentos que merece la pena disfrutar. Y es que al final, el proyecto al que con treinta y cinco años dedicarías un año entero y te costaría familia, amigos y alguna que otra anemia, se administra a edades más avanzadas gestionando la energía de una forma más distribuida e inteligente. Se aprende a delegar, se analiza todo. La rentabilidad se contempla de una forma más global. Se valoran todas las implicaciones.
La experiencia y el pensamiento analítico confieren a todo aquello que hacemos una suerte de ciencia infusa que hace más viable todo aquello que ponemos en marcha.
Sólo que ahora se disfruta porque no media la obstinación insana que nos mantenía alejados de todo sin ser conscientes del precio de ciertas renuncias.
Al final es muy sencillo:
La crisis de los 50 como cualquiera de las anteriores y posteriores no debe representar un miedo reverencial a lo que se pierde y sí la conciencia de un desafío ante las nuevas oportunidades y ganancias que se presentan.
Dos ejemplos claros que representan día a día la constancia de lograr cosas muy importantes en la zona senior y de gestión del tiempo en base a la ilusión y al valor, son el Equipo Barcala & Partners y la Academia Ideas, ambas empresas radicadas en Mallorca.
De la mano de un equipo de resilientes Senior que han sabido extraer todo el jugo al valor de la seriedad, la experiencia y la eficiencia hecha práctica, está en marcha y a pleno rendimiento firmando nuevos tratos profesionales mes a mes, Tuñy Barcala, Jordi Carreño y el letrado Tomás Martín San Juan, con todo el tiro que otorgan los objetivos claros y la vocación en su tarea, están llevando el Outsourcing a una zona muy competitiva.
Al mismo nivel de crecimiento en el ámbito formativo, también en Mallorca, la Academia Ideas, con los hermanos Inés y Juan Ibarra al timón.
¿No crees que es el momento de dar de baja la suscripción a crisis decenales, y de pasar a contemplar el tiempo como un continuo que depende únicamente de la relación: gestión de energía y actitud orientada hacia los propósitos?
Perdemos explosividad pero ganamos resistencia.
Se atenúa la intensidad pero ganamos en focalización sobre la base de la experiencia y la madurez.
Declinamos la exclusividad y la monopolización del tiempo y continuamos logrando las cosas contemporizando con momentos que nos llenan como persona. Los logros se disfrutan porque se fraguan paso a paso, con plena consciencia y se comparten. La idea es que diversificación es compatible con la focalización.
¡Al infierno con la crisis de los 50!
Es hora de realizar una puesta en valor a partir de la experiencia, renovando la actitud y reorientando el pensamiento estratégico de una forma más eficiente. Por ejemplo: el otro es tan importante o más que el objetivo. Lo que se modula en esta zona mal percibida como amenaza es:
-La relación y el modo de hacer partícipe a un colaborador potencial que tiempo atrás habría sido más un antagonista al que habríamos descartado, que propiamente un activo.
-El dinero no es tan valioso como el tiempo.
-El descanso super-compensador es tan importante como el tiempo dedicado a la acción.
-¿Y si el trabajo de toda la vida se torna insalubremente monótono?
Detectar las sensaciones y ser congruente con sentimientos como la realización y la productividad pueden ofrecer los argumentos y la motivación necesarios para buscar una alternativa que nos devuelva la vida.
-La obstinación y el naufragio del pensamiento convergente fruto de la compulsividad de la juventud ceden ante el reconocimiento de un posible error y se convierte en el dominio de la persistencia. Eso es posible en tanto que es sinónimo de andar con los seis sentidos adaptando constantemente patrones que nos permiten navegar con éxito a lo largo del tiempo y capitalizar cualquier empresa al nivel de un legado.
La crisis de los 50 no es más que un freno a nuestro discurrir personal, personal y social que hemos permitido en nuestro código de pensamiento.
De hecho y desde una perspectiva proyectiva, mostrar una indiferencia fáctica ante ese fenómeno tan aceptado como contraproducente, la persistencia puede actuar como un efecto positivo a la hora de motivar a colaboradores, tanto allegados, como externos. Y es que un buen senior cuyo historial se vincule al inconformismo siempre vinculará con más fuerza.
Afirmarnos en el respeto de los demás hacia nuestro derecho a no sentirnos afectados por la banalidad y tirar hacia delante con nuestras empresas es un potente cóctel que elevará nuestra autoestima y autoconcepto.
Además ponerse en marcha y ser consistentes en el día a día, potencia la respuesta adaptativa de nuestra mente y de nuestro organismo, contribuyendo en renovar la capacidad para producir nuevas energías y sentir que fluimos más que luchamos.
El pensamiento positivo es un término del que a menudo se abusa.
Porque se lleva a la falacia de que cualquiera puede lograr cualquier cosa y es falso. Conduce a la frustración. Lo que puedes hacer es conquistar metas que además de apasionarte entran en la zona de lo factible y en esos términos el pensamiento positivo no es una fricada especulativa, es una realidad y sí está al alcance de todos…los que no se rinden. Tanto que queda al albur del tiempo que tardes en cansarte de lamentarte por lo que no volverá y te centres en lo que puedes hacer con las nuevas ganancias. Como asevera en su título Anthony De Melo: ¡Despierta!
A continuación os brindo la presentación del libro de Vicente de los Ríos Medina El misterio de reinventarse que nos dedicó en el ciclo que celebramos las pasadas fiestas navideñas de 2021.
Una obra muy interesante, narrada por un caballero dotado de una experiencia laboral en el ámbito ejecutivo desarrollado en el seno de una gran empresa que predica con el ejemplo y que con un estilo claro, sencillo y muy guiado pone forma al camino para lograr reconducir nuestro destino profesional cuando adviene un cambio de circunstancias. No te pierdas la historia de cómo ha creado su nueva empresa: Líderes y Digitales.
Lee la reseña de: El misterio de reinventarse:
El Misterio de Reinventarse. Por Vicente de los Ríos Medina.
(Fuente imagen: Pexels.com. Autoría: Magda Ehler).