¿Navidades pospandémicas? Combatiendo la sobreinflación.

¿Navidades pospandémicas? combatiendo la sobreinflación, es el título que explica la situación que estamos viviendo.

El ánimo subyacente que sobrevive a la contracción moral sufrida tras el síndrome postraumático de la fase más dura de la COVID19, nos extrae de un ámbito de terror en materia de salud pública a nivel global, sin apenas solución de continuidad, al engarce con una coyuntura nueva desde otro terror: el asalto financiero legitimado. ¿Navidades pospandémicas? Combatiendo la sobreinflación es una reflexión directa y sin tapujos sobre los abusos que en materia de establecimiento de precios en un momento sensible como el actual, se está consintiendo por parte del Estado. Al final de este post te ofrecemos una herramienta práctica de resultados probados que te ayudará a mejorar tu diligencia ahorradora.

El IPC puede subir, lo que no se puede hacer es aprovecharlo para disparar los precios en exceso, como de hecho está sucediendo.

Si el consumidor se repliega, la economía se estanca. Si se imprime moneda por sistema, se potencia la inflación porque el euro se devalúa. Luego se incrementan los impuestos y así, crisis tras crisis y sin aprender.

La situación actual no da tregua.

Nos sume en otros miedos que dan continuidad al malestar y perseveran en el minado de la fuerza y la moral de la sociedad. Una ciudadanía cuyo potencial como país, llegó a hacer pensar en un exabrupto electoralista por parte del gobierno del momento, que realmente estabábamos en la Champions League de la economía mundial. No fuimos pocos quienes vimos que la economía no se estaba desacelerando pero no importaba. Tocamos fondo a pesar de todo. ¿Realmente aprendemos?¿Con qué criterio se están gastando los 140 mil millones que nos asignó el BCE? No sé si quiero saberlo, aunque lo imagino.

Procedimos con gran celeridad a desprendernos de la mascarilla a las primeras de cambio en que nos dieron luz verde.

Y en aquel momento tuvimos un subidón. ¿Cómo no? Tras más de un año, el oxígeno entraba en las toberas sin filtro. Nuestros pulmones experimentaban la liberación de aquel esfuerzo que tenían que realizar para tomar aire con la mascarilla. La materia de la vida llegaba a nuestros pulmones plomiza en las grandes urbes y limpia en los bosques sin la intermediación de un simple y molesto dispositivo que nos recordaba que formábamos parte de duro compromiso. Un límite aceptado de cariz coyuntural y que unos con mayor conciencia, otros más reticentes, acatamos, frente a un virus novedoso y temible que nos mantuvo contenidos más de un año. Prisioneros en casa y vigilados fuera. Geolocalizados, parece que para los restos.

¿Navidades pospandémicas?

Tuvimos el tiempo justo para disfrutar esa liberación para, en poco tiempo, entrar en juego el conflicto bélico que enfrentaba a Rusia y Ucrania.

Desde entonces y con los daños colaterales que semejante incidente internacional ocasiona, el miedo se ha desplazado.

Este adviento navideño viene marcado por un azote distinto. Son los daños colaterales que se derivan de los posicionamientos de las diferentes representaciones mundiales. Y no tan sólo es el temor a que algún líder mundial cansado de ver como las armas se le duermen en los almacenes apriete el botón definitivo. Porque el ser humano, llegado un límite, es capaz de priorizar los niveles del miedo. Lo otro, una tercera guerra mundial, vendrá si tiene que venir. Parece ser que en ese juego equilibrado de Dios aprieta pero no ahoga y el miedo bien dosificado, el mundo está en proceso de alerta constante. Y esa certeza merma las energías de fondo de cualquier mortal.

Ahora nos toca ver cómo la que se resiente es la cartera.

Entre tanto no únicamente se dispara el gas. Todos los productos a la zaga, especialmente los de primera necesidad han cogido la marcha directa y no frenan. Con el combustible nos dan y nos quitan. Los veinte céntimos por litro…Ya nos los colocarán en el IRPF. Consuelo de tontos pensar que nos descuentan. Por tanto, hemos pasado de una pandemia a otra. Ahora el miedo confirma aquella frase de:

El dinero tiene miedo.

Desde el incremento del precio de los combustibles fósiles y el encarecimiento de las materias primas, el de los productos vitales, por derivación aflora un nuevo miedo: es el de la incertidumbre financiera en las carteras domésticas.

Hace tiempo se realizó una encuesta en Estados Unidos y a la pregunta de a qué tenía más miedo el Pueblo norteamericano, por encima del temor a un conflicto bélico, estaba el pánico ante el hecho de que los ahorros no alcanzaran a cubrir la última fase de la jubilación.

Ahora esta preocupación es global. Lo vemos cada día.

A los empresarios que fijan los precios en los supermercados se les ha ido la pinza de mala manera. La estabilidad laboral es una entelequia. Es la sobreinflación:

El tiempo se pone feo, así que me cubro y subo los precios de hoy para mañana, bajo el pretexto de que las materias primas han subido.

Al personal de estos establecimientos se le ve tenso, angustiado y con poca alegría. Es normal, porque en tal contexto de miedo y de agarrar en corto la moneda ante el qué vendrá, el poder adquisitivo con un IPC disparado de facto más de lo normal, no arroja los visus necesarios para estar tranquilos.

Todo pasará, es verdad. ¿Pero a qué precio y a cuántas familias se llevará por delante esta coyuntura de contención?

El caso es que los medios informativos no paran de anunciar que los precios continúan subiendo pero no hay ningún tipo de control al establecimiento de límites en la fijación de los mismos. Ley de la oferta y demanda a lo bestia. Al final de nosotros depende cubrirnos, vigilar y prever. Aun así es una dura pelea. Parece interesar.

El dinero es caprichoso, el ahorro cada vez más complejo. Si ahorras mucho, a qué estás renunciando?¿Aguanta la psique tanta renuncia y presión?¿Qué es el futuro?

A mi modo de ver, el futuro es una ficción a la que no te puedes condicionar en el sentido de que aquello que no depende de uno mismo/a queda fuera de cualquier consideración de lo factible. El futuro es una ilusión. Lo único que depende de nosotros es ser precavidos, pensar que aquellos bienes que hoy pueden sobrar, en un mañana cada vez más próximo pueden faltar. Los ciclos económicos cada vez se suceden con mayor rapidez. La habilidad capital está en saber capturar el valor. Guardar un poco, aunque sea por disciplina.

Ese poco te salvará. Ver el futuro como un diseño ideal en que jubilación es igual a tranquilidad es un planteamiento ficticio. Y nos encontramos en este punto: ¿Navidades pospandémicas?

Creo que nos abocamos a una pandemia distinta, sólo que estamos tan acostumbrados a las crisis que apenas salimos de la última, entró la Covid19 cuando las economías apuntaban esperanza y recuperación y vino el confinamiento, el terror a quedarnos sin papel higiénico. Salimos entre comillas de la COVID19 aún hay casos, este tema hay que manejarlo con prudencia.

Vemos diariamente a personas con mascarilla y ya sea por miedo legítimo, o escepticismo por principio y por derecho. Nada que decir y todo el respeto.

El caso es que se ha producido el fenómeno NEWS. Cuando la prensa deja de hablar de un tema con intensidad, no es que ese conflicto o problema se haya resuelto, sino que otros de mayor actualidad entran en escena y se priorizan. El miedo a la pobreza es global, contagioso y por tanto, una pandemia. Normalizada, eso sí.

El futuro en sí mismo como proyecto no tiene forma. Lo que está a nuestro alcance es el ámbito de protección ante  las embestidas de la vida. El resto queda fuera.

Y para dar un poco de luz a esta lógica preocupación, os diré cómo he planteado estas Navidades. De entrada, si por norma en Navidad los precios se disparan y es sabido que las compras hay que anticiparlas, este año y sin ningún complejo nos van a tirar de cara un reraise, una resubida más a la subida inicial. ¡Qué diantre! Es Navidad. Es decir, acusamos un impacto en nuestra cartera con la explosión del conflicto bélico y ahora, porque es Navidad, oooootra. Cuidadín que habrá que realizar un replanteamiento del espíritu festivo y el despilfarro no es un plan inteligente. Entendamos en economías ajustadas. A quien le sobre el dinero…En gloria esté. Su mérito tiene.

No podemos quejarnos de que nos están zurrando y no reaccionar ante la coyuntura. ¿Asado de pollo? Tal vez sí haya alternativas para aparcar el miedo y disfrutar las fiestas sin consecuencias monetarias.

Si los números no están rumbosos en la economía doméstica, una de dos: o somos previsores o de no hacer renuncias, tampoco podremos decir que sea mala suerte que la cuesta de enero nos destroce. No hemos llegado a Nochebuena y la lechona está a 44 euros el kilo. No hablemos de las gambas y el marisco. El tema:

¿Ser negacionistas? Confundiendo prioridades.

Eso supone dejarnos llevar por el calor de la fiesta y pagar excesivamente por aquellos productos tradicionales que antes se podían adquirir de forma más asequible sólo porque no aceptamos que este año haya que priorizar otros detalles que antes dábamos por normales. ¡Ruina asegurada! Y un sinsentido, dicho sea de paso. No podemos hacer como que no está ocurriendo. El mundo está revuelto y quienes se aprovechan lo hacen porque tienen cómplices: los que no prevén y gastan igual.

¿Comidas/cenas de empresa?

Si el ambiente en tu trabajo es una mierda, perdón por la expresión pero así es muchas veces, ahórrate el mal rato y de paso, el dinero. Si tu jefe/a quiere que vayas porque si no evidencias que hay mal clima en el laburo y no alimentas la ficción de conveniencia, que invite.

 En clave de humor, diríamos que tampoco pasa nada por buscar supletorios gastronómicos si contamos que lo fundamental es quienes nos reunimos y el espíritu familiar, cuando es auténtico.

Ahora bien, si es una reunión vacua donde nos encontramos una vez al año y liamos un pifostio reventando la cartera por una ilusión cuando con media familia nos llevamos a hostias, pues la verdad, algo está fallando.

Ser consecuentes, elaborar una cesta navideña inteligente, dar relevancia al aspecto humano de estas fiestas, que está por encima de todo.

Hay alternativas: asado de pollo, ronda de tapas, tablas de embutidos y que no falten turrones y dulces de marcas blancas. La inteligencia financiera se expresa por la capacidad de adaptarse, anticiparse cuando sea posible y balancear adecuadamente las prioridades. Así es como, no exentos de dolor y con sacrificio, se sale y se ve de nuevo la luz.

Por nuestra parte lo tenemos claro:

La mejor inversión fue este otoño una conservadora y no lo digo en broma. Para quien la quiera ver, propongo hacer call. Así podremos disfrutar de unas gambas y todos los manjares que nos apetezcan para estas fiestas. Con adelanto. Los finolis dirán: ¡No son frescas! Y me pregunto: ¿Acaso cuando llegan a la lonja no bajan del buque pesquero en cajas con hielo picado? Pues eso, que no es prioritario. A la lechona llegamos tarde y eso que ayer día siete nos lo planteamos. Tiempo atrás last hour, Nochebuena y mirando. Ahora, o te venden media o entera, pero no un cuarto. ¡Pues oye, Navidad con asado de pollo!

Conclusiones:

-Continuamos en Navidades pospandémicas.

Sólo ha habido un desplazamiento del fundamento del miedo. Del miedo a ver afectada la salud y a perder la vida, a un miedo financiero, a perder todo lo que tenemos, con la mejor suerte, a pasarlo mal y a tener la sensación de que no salimos del pozo.  Y esa desazón, tales niveles de tensión, estrés, lucha por la supervivencia y cortisol dañan la salud y nos pueden matar. Siempre que paseo por la ciudad no puedo evitar observar con todo respeto a las personas en situación de mendicidad, porque sin tener que significar una profecía autocumplida, esa persona podemos ser cualquiera en el momento más inesperado. Todo lo que nos separa de ellas es como mucho un mal movimiento y la resaca de consecuencias arrolladoras.

Hay quien podrá decir que estoy exagerando. Muy bien. Veamos por qué las consecuencias de las estrecheces económico-financieras pueden afectar tanto o más que los efectos sociales de la COVID19:

Confinamiento forzado. Sin dinero no puedes salir de casa.

Privaciones: sin dinero no puedes vivir y la vida social queda muy mediatizada porque poner un pie en la calle.

Miedo: a no poder afrontar problemas de salud, de perder la casa, de quedarse solos.

Sensación psicológica de insuficiencia y niveles de frustración difíciles de soportar.

Miedo a perder el trabajo y con ello a quedar sin poder afrontar las obligaciones financieras y familiares.

Suicidios e inmersión en depresiones profundas y muerte por desencandenantes somatizados de patologías psicológicas.

-Podría seguir.

Miedo que transmuta, pero permanece igual de devastador.

Hemos pasado de un miedo atípico como fue la COVID19 que tocaba los pilares fundamentales de la existencia a otro más común, pero con iguales consecuencias, como hemos podido ver, el miedo es el consustancial en ambas situaciones. Antes era conseguir cobrar un ERTE o acabar en él y ahora, sufrir para cubrir gastos.

-La buena noticia es que podemos atenuar el miedo siendo diligentes, anticipando ciertas acciones y replanteando las prioridades.

El miedo está diseñado para que las sociedades se replieguen, los sujetos acaten y no puedes ser ajeno a él, pero tampoco dejar que te controle hasta la anulación. Por definición es contagioso, frustra acciones que podrían tener éxito y nos coarta en el desarrollo personal. El equilibrio en su negociación estriba en aceptar que está en nuestro ADN como recurso de supervivencia, pero que saltando de vez en cuando la barrera se abren interesantes oportunidades.

¿Son menos auténticas estas Navidades?

Ni mucho menos. Son una edición más y muy continuada para darnos cuenta de una vez, si no lo hicimos en 2020 y 21 de que es el momento de recuperar los viejos significados.

Si acaso más auténticas…Saber ver la oportunidad y modificar la escala de valores. Una ocasión excepcional como lo fue la COVID19 para apreciar lo que verdaderamente es importante.

Es a las bravas cuando la sociedad descubre que a fin de cuentas, lo que comes tal como entra, sale y perdonad lo vehemente y que lo que impera es la reunión. Si has palmado quinientos euros por agradar al plomo de tu cuñado/a y para agasajar al suegro/a que te recuerda que no eres suficiente para su hija/o, a menos que vayas sobrado de cuartos, has hecho el primo. Si descubres de forma sorpresiva que con una tabla de quesos, turrón y cava de marca blanca, tu cuñado/a y tu suegro/a disfrutan de la fiesta y hasta te muestran respeto, has evitado palmar un pastizal y te has llevado una sorpresa agradable.

Tres sugerencias, porque como bien dice un amigo de la vida, los consejos son como peines para calvos:

-Una ya te la he adelantado: hazte con una conservadora ¡Ya!

Cierra tus compras navideñas mañana mismo y plantéate otra forma de vivir estas fiestas. Quizá desviar atención hacia detalles humanos que teníamos por olvidados nos hagan más felices.

-Hemos hablado de gastronomía pero este tema tampoco es manco y si juntamos factores, el impacto en vuestras tarjetas puede ser demoledor: los regalos de Papa Noël y/o Reyes Magos.

Si te duele la idea de pensar que la carta de Papa Noël y/o de Reyes será un poco más reducida y te sientes mal, no te angusties porque lo más probable sea que no podrás cumplir la lista ni de lejos.  Si no ves la forma de lograr que tus hijos lo entiendan, tal vez sea una magnífica oportunidad para reeducar las pautas de consumo. Es hora de que tus hijos entiendan que a nivel mundial, el horno no está para bollos y que ya vendrán tiempos mejores. Papá Noël y SM’s los Reyes son excelentes embajadores para librarte de la responsabilidad de que te apunten como responsable de no implementar la lista y de lograr que lo acepten con naturalidad.

Evita reventar la tarjeta. No te tires al vacío y concédete la posibilidad de confiar en la capacidad de comprensión de los niños/as.

Algo habrá de verdad en que España tiene capacidad para estar en la Champions League de la economía mundial porque ya lo aseveró Von Bismarck una vez, con palabras más o menos exactas:

España es un país tan fuerte, que ni sus políticos pueden hundirlo.

¿Navidades pospandémicas?

No. Seguimos subyugados al imperio del miedo y la incertidumbre. Si no interesara, ya lo habríamos superado. Es otra pandemia a la que estamos tristemente acostumbrados.

Combatiendo la inflación.

Siempre. Y si no, que mantengan la gasolina a un euro y los precios de los alimentos se estabilicen de forma permanente, y empezaremos a creer.

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No te pierdas este vídeo. Refuerza la idea de la importancia de la previsión y la diligencia financiera en la estrategia de gasto de las economías domésticas:

SUBIDA PRECIOS: La FRUTA y la VERDURA CUESTAN ya HASTA 9 VECES MÁS que en ORIGEN | RTVE Noticias – YouTube

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Con esta sencilla hoja de cálculo y antes de que los números se descontrolen podrás llevar un registro de conveniencias en tu línea de gasto y contemplar las pequeñas diferencias como un ahorro que potenciará tus garantías de hacer frente a la cuesta de enero:

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El IPC de JUNIO se desbocó hasta el 10,2 %, su NIVEL MÁS ALTO en 37 años | RTVE Noticias – YouTube

 

(Fuente imagen: Pexels. Tima Miroshnichenko)

 

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Por Tony Socias

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