Identidad digital y congruencia es el título que ilustra una realidad que ya preexistía al metaverso.
Cuando internet afloró, el ámbito legislativo en el terreno del entorno digital iba muy por detrás. Todos los derechos eran vulnerables y los fraudes proliferaban a velocidad de vértigo. Podías llevar una vida estándar en el mundo físico y ser una personalidad totalmente diferente, para bien o para mal, en el mundo digital. Internet ha posibilitado dobles y triples vidas. La cuestión está en la duplicidad legítima entre identidad digital y congruencia. ¿Qué diferencia, de hecho, existe entre tu rol digital y quién eres en realidad?¿Informa algo malo la no coincidencia?
El público no era exigente con los contenidos porque se produjo una búsqueda desenfrenada de la gran forrada.
Daba igual que una web se sostuviera a partir de una lista de enlaces atractivos a cambio de un contenido superficial, engañoso -o incluso sin otro contenido que la propia lista de banners que bonificaban a esa web listing que le abonaba un tráfico valioso-. Hoy en día eso nos parece inconcebible. Bueno, hablamos de ello hace dos publicaciones. Ahora el click bait o el copywriting malo suplen esa función. Bajo la pretensión de atraer tráfico hacia una oferta, un título sugerente, una buena imagen y un texto estéril generan tráfico hacia esa propuesta comercial en la misma proporción que decepcionan.
Los datos personales circulaban alegremente por la red sin ningún tipo de filtro.
Concursos de garrafa, promociones basura y todo tipo de despropósitos adornados para captar base de datos y sondear tendencias eran muy fáciles de obtener. Hasta que llegó la LGPD y para tranquilidad relativa de todos, el tema se atenuó. Un poquito.
Porque uno se pregunta: ¿Cómo diantre, datos que sólo deberían conocer empresas que se supone respetan esa normativa, siguen en manos de agencias que te importunan día sí y día también por teléfono, con promociones alineadas en información que se supone protegida?
Al final corresponde al usuario ser el que corra con la diligencia de configurar las cookies de las páginas que visitas. La LGPD te protege, pero claro, si autorizas esos complementos automáticamente, sin descartar los que no interesen, estás autorizando que esos datos se abran legalmente a aquellas empresas que pueden hacerte ofertas y darte la tabarra.
Google filtra los perfiles mediante un algoritmo que cohonesta identidad digital y congruencia. Está en proceso, pero el algoritmo cada vez es más natural en su forma de rankear perfiles y webs en base a sus contenidos y autorías.
Google ya ha desarrollado exigentes cánones basados en la IA-Inteligencia Artificial- en base a las preferencias de los usuarios, tendencias y valores. Tan es así que una autoría explícita premia en posicionamiento sobre una web corporativa-o un nickname-. En cuanto a posicionamiento orgánico, que es el que vale. Si promocionas, durante un tiempo tendrás posición en base a las tags en las que inviertes y por el tiempo que la promo esté vigente, luego los efectos se desactivan y si no trabajas el posicionamiento orgánico, desapareces. El premio real es el posicionamiento que no tiene otro coste que una buena estrategia SEO y es la memoria o huella digital que crea un perfil fiable y confiable. El mejor SEO eres tú, tu buen hacer y la constancia en el tiempo.
Y nos vamos adentrando en lo sustancial. Y es que cuando hablamos de fiabilidad en un mundo de arenas movedizas como es internet, la identidad es la clave de confianza para los usuarios a la hora de establecer un vínculo, ya sea personal, comercial -o ambos-.
No es lo mismo que te remitan a un departamento de atención al cliente pensado para que mediante mil trabas desistas de tu reclamación, que poder dirigirte al fundador gestor explícito del espacio y plantearle cualquier duda, propuesta o valoración. Sin que ello suponga un problema y la sensación de que no hay tutela a tu situación. Es el aspecto capital que siempre que lancé una web tuve claro:
Debe existir una relación entre identidad digital y congruencia de rol.
Afortunadamente, cada vez es más difícil mentir en internet. La red es un entorno que tiene memoria. A veces me pregunto como algunos políticos pueden mentir de la forma que lo hacen cuando todo queda registrado. Con los perfiles y los roles ocurre igual. El público te puede permitir que te pegues muchas tortas, que intentes cosas, independientemente de que fracases en el proceso de conquistar la idea final. La persistencia en base a la honestidad y la transparencia tiene premio en la memoria de Google, de los usuarios que te siguen y de la naturaleza reguladora de las redes sociales. Hace diez años realicé la entrevista a una persona que se suponía estar bien relacionada y ser lo más parecido a un gurú de las redes.
Bien, el caso es que, tras recibir mensajes de felicitación a la persona entrevistada, me llegó el mail de un usuario/a certificando que esa persona o identidad digital, mejor dicho, era un fraude de los pies a la cabeza.
El caso es que mi equipo y un servidor investigamos y la cosa pintaba muy mal. Así que opté por contarle la situación a la persona entrevistada para darle la oportunidad de alegar un argumento contradictorio y qué, si no había respuesta convincente o alguna señal. Tendría que suprimir el contenido.
Me daba igual el tiempo invertido en realizarla. No hubo respuesta y eliminé la entrevista.
Desde entonces, es cierto que fue una situación excepcional, me aseguro escrupulosamente de que mis colaboradores e invitados respondan a perfiles serios y confirmados. Y todo va muy bien.
Las redes sociales son un entorno que premia lo explícito y la relación entre la persona real y la identidad digital y congruencia con que actúa en los dos mundos.
Puedes tener un rol en tu día a día en el mundo real, y otra en el mundo digital que por el hecho de serlo no es menos real. Es hora de empezar a distinguir y de ahí el matiz identidad digital y congruencia.
Lo real es lo tangible. Has invertido cincuenta mil euros en una copropiedad vacacional en el metaverso en un negocio que se ha esfumado. De tu dinero no queda ni el aire que dejó al volar. Las consecuencias son reales, igual que si inviertes en una cripto que se dispara en su cotización. Se puede ver y tocar.
Da igual que tus dos vidas, mundo físico y digital no coincidan estrictamente.
Lo importante es que lo que hagas en ambos entornos guarde una relación esencial sobre el sustrato de la personalidad del rol que coexiste en ambos medios, sistemas o escenarios. Lo que es verdaderamente relevante para los usuarios, tus seguidores y en general quien pueda examinarte para establecer un perfil, es tu código de valores y su sostenimiento a lo largo del tiempo.
Que aquello que propones sea honesto y tenga tu firma. Y de ahí, de cabeza a la marca personal, ese patrimonio único e intransferible.
La confianza de los usuarios reside en la proximidad con la persona que está al frente de la plataforma. Una mera cuestión de accesibilidad. Los perfiles falsos no pueden sobrevivir. Tienen el tiempo contado. Internet te evalúa constantemente.
La huella digital de tus actuaciones queda registrada y está visible para todos. Una garantía de seguridad y de fiabilidad.
Si me quieres proponer un tema, plantear una cuestión o aportar una idea, me envías un mensaje a tonysociasmanager@viviraltiempo.com y te atiendo gustosamente porque tu correo me salta directamente en la bandeja del correo electrónico del teléfono. El valor está en la accesibilidad y la rápida conexión entre usuario y gestor. El fundamento de mi planteamiento es el de crear empresa de forma progresiva. Aunque mi filosofía es empresarial, no soy empresario en dedicación. Voy a ello. De momento me dedico a la docencia y en mis ratos libres y a inspiración voy madurando esta web.
Con el tiempo se ha ido produciendo un triple nivel de regulación:
1-La ley marca el terreno: establecer un marco de control en el ámbito de las actividades económicas y en el sensible tema de todo lo relacionado con la persona, así como en materia de ciberseguridad en general. Requisitos legales y de trascendencia económica en los registros.
2-El control que ejercen los propios usuarios, quienes, llegado el momento, pueden desmantelar una mentira a cualquier nivel y destapar cualquier fraude.
3-Las normas que imponen las plataformas y los límites que se firman con el registro -y que casi nadie lee-. Al principio LinkedIn era una red de perfiles falseados. Hoy en día es la red profesional más seria y fiable del mundo.
A todo esto, se predica una pregunta nada baladí:
La gestión y promoción de los roles que se adoptan y se promueven en internet: ¿Es fraudulenta con carácter general?
Perfiles en redes sociales, páginas web corporativas en las que existe una distancia entre la persona que se esconde detrás de un usuario con nombre real o un nick y que en realidad no representa los valores que abandera, o que sólo figura como aval simbólico, pero no ejerce una función real en la actividad.
No todas las empresas ni roles son fraudulentos.
El usuario debe distinguir cuando una figura pública ejerce un rol real en la empresa más allá de la mera representación comercial y no por ese motivo hay engaño en ello. Diferente es el caso de un testaferro que cubra de hecho un fraude de fondo prestando su imagen, esté al corriente de la actividad que subyace o no. Uno debe cerciorarse sobre el trasfondo de la empresa que propone la compra/alquiler de su imagen pública.
En conclusión:
La clave de distinción entre el mundo físico y digital no está en presumir automáticamente que digital o virtual es igual a no real. Real es aquel entramado cuyas consecuencias en el marco de las relaciones entre web y usuarios son efectivas, tanto si son legales y legítimas como si no.
Lo real es todo aquello que tiene consecuencias.
Lo virtual no riñe con lo real. Si una persona tiene una vida corriente en el mundo físico y es un lince en los negocios que realiza en el metaverso o en internet dos dimensiones, las consecuencias para su estado de cuentas, para bien o para mal, son reales.
Los usuarios demandan identidad digital y congruencia.
Por ese hecho se fían más de un perfil próximo que sea visible y accesible en el terreno de los hechos. La marca personal puede aventajar a las grandes corporaciones a partir de esa consigna del rol personal en que aun en el ámbito digital, la inmediatez y la autenticidad de la relación generan una confianza tangible.
Cierto día hace muchos años algunas formaciones políticas me propusieron entrar a sus filas porque mi oratoria les atraía.
Mi respuesta fue categórica. La fluidez de mi oratoria o, mejor dicho, el sentido y motivación a la hora de transmitir un mensaje están tan ligados a la ética y a la convicción del fondo sobre el que estoy hablando, que soy incapaz de hablar en público y mucho menos, de tratar de convencerlo, por alguna propuesta cuya intención real desconozco o sobre el cual desconfío por una mera cuestión de principios y empatía.
Es difícil que me forre a partir de esa forma de proceder y posiblemente tiempo ha que estaría vendiendo online.
El problema de que ese proceso sea lento y de edificar la viabilidad de mis iniciativas sea en base a la exposición explícita y a los valores, es que debo ser muy selectivo con la oferta y las propuestas.
Al final internet lo perdona todo menos la mentira.
Identidad digital y congruencia.
Hagas lo que hagas, que no se distancie jamás del núcleo de tu identidad, ya sea en el ámbito del mundo físico como en el digital. Es importante que las personas se sientan seguras en el entorno digital. Una de las claves, sino la que más, es que puedan confiar en ti a lo largo del tiempo y que internet te avale.
El metaverso tan sólo es la tercera dimensión que hace que una doble vida aporte al usuario una experiencia de realidad superior.
Un mundo que suplementa las carencias que se perciben en el físico en que una vida puede ser anodina y en la cual, un avatar da cobertura a nuestras conductas. Para bien o para mal, la duplicidad en lo que siempre se entendió como una doble vida se perfeccionó a partir de la posibilidad de internet.
Personas de lo más ejemplares pueden ser ciberdelincuentes en el ámbito de la comisión de todo tipo de fraudes y figuras tipificadas como penales.
En el lado bueno, escritores/as de best seller, activistas y ejecutivos de éxito que bajo un pseudónimo online, en el mundo físico pasan desapercibidos/as. Igual al revés, personas relevantes en la sociedad ocultas bajo la impunidad de un nick haciendo desastres, o por contra, movilizando recursos en favor de personas en situación de desigualdad social.
Todo mejora si en ese metaverso, la representación de tu empresa se muestra tal como es, con tu nombre, la congruencia de tu idiosincrasia y la seguridad en las transacciones que te aporte validez para los usuarios. Sin ambages.
Al fin y al cabo, el metaverso es el mundo digital a mano alzada. Y la tercera dimensión de momento se ha descontrolado algo. Es un terreno difícil de gestionar. Habrá que establecer límites y normas. Los desastres por parte de usuarios fáciles de deslumbrar pueden ser monumentales. El SP500 está castigando con fuerza a Zuckerberg con el Metaverso de Facebook. De momento, es un terreno abonado para la especulación, grandes negocios y bofetadas memorables. Impresiona a partes iguales que da respeto.
El metaverso no es bueno ni malo en sí mismo. Como todo depende de la fiabilidad del ecosistema que se plantea en cada situación, sus reglas, oportunidades, garantías y legalidad.
Es una bestia a la que hay que domesticar. Si se triangula con el mundo físico y cohonesta los ámbitos de vida de la persona sin afán de abducirla, todo irá bien. Hasta entonces, la pregunta que me planteó un amigo experto en el tema es:
Si los asiáticos hace tiempo que contemplaron esa realidad…y podían hacerlo…¿Por qué no la desarrollaron en su momento?
Revisión de textos a cargo de www.correccionesquevedo.com.
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