Ilusión y costes. Bitcoin y la analogía de Rapa Nui.

Somos especialistas en agarrarnos a cualquier propuesta que promete beneficios. Ilusión y costes como premisa de partida resume lo que ha supuesto el suspense para aquellos inversores que a día de hoy aguardan expectantes a que la cotización del bitcoin repunte. Todo a fin de que sus ilusiones se alineen con la realidad.

Todo el mundo está dispuesto a invertir. Ilusión y costes. Una realidad atemporal. Lo que cuesta asumir en la conciencia que todo lo simplifica bajo el aura del potente deseo, son los sacrificios necesarios para tener éxito. La palabra esfuerzo, tan capital en el mundo de las inversiones, genera alergias a los ilusos.

Y es que si compraste en el momento que cotizaban cerca del límite 40 o 60k€, o al 65-70% de ese umbral, a 15.803,16 que es el stats en el preciso instante en que os escribo este post, dos detalles son importantes:

1-Que el dinero invertido no fuera necesario en tu sistema vital. Tolerancia legítima a la pérdida.

2-Accesoria de la anterior: si puedes perderlos, no ocurre nada salvo el enfado de haber llegado tarde. Una lección para engrosar el historial.

¿Puede repuntar el bitcoin?

Conforme vimos en el artículo anterior en que saltaba la noticia de que el gran banco norteamericano Goldman Sachs entraba en los futuros del Bitcoin, tal hecho representaba que el destino de esa moneda ya era controlable. Estaba condicionado por un hecho que escapaba a su planteamiento inicial y se alejaba de su esencia divergente.

El bitcoin ya no estaba al margen de los factores normales que influían en las divisas tradicionales.

Ahora de la cripto reina sólo queda el nombre, un margen bonito para tradear a riesgo y una cotización en la cuarta parte de su máximo histórico. Cualquier factor coyuntural, por pequeño que sea, influye en la volatilidad últimamente bajista que define su estado actual.

Ilusión y costes refleja la virulencia con la que cualquier mortal se tira con todo lo que tiene a la mínima noticia real o fake que surge en televisión y redes sobre alguien que gana mucho dinero con los bitcoines y las criptomonedas en general.

De momento quienes entraron a las fracciones, porque una unidad era poco o nada accesible en su totalidad, lo que han engrosado ha sido el PVP de los ordenadores, las tarjetas gráficas y la factura de la compañía eléctrica.

Los fabricantes de esos elementos han ganado una fortuna. Igual que las fábricas de luces de neón con la marihuana, sólo que las granjas de minado no están prohibidas. Como suele ocurrir, cuando la ilusión y la descarga emocional toman el gobierno, la objetividad y el criterio científico se toman vacaciones. Y así suele ir. Hoy en día, la mayoría de adquirientes iniciales de bitcoines cuando eran Tokens o valían mucho menos que ahora, se liberaron de sus unidades y dejaron una o dos a madurar, aceptando lo que suceda.

La ganancia estaba hecha. El riesgo tolerable y la ventaja implícita de poder esperar.

El apostante de hoy captura el valor. El ojo del amo engorda el caballo, reza la dicha. Ya no se espera al resultado final. Los partidos dan muchas vueltas. Los puntos fluctúan, los resultados pueden variar hasta la última centésima.

Todo se traduce a la inferencia del momento adecuado y de un ajuste inteligente de la esperanza matemática. Prevenir o lamentar. Así de simple.

¿Añado un partido más a la combinada porque parece viable, o es mejor un premio de doscientos euros de verdad a uno de quinientos de mentira? Independientemente de que hayas cubierto las operaciones. A base de palos se ablanda el pulpo, dice un buen amigo.

Aunque hay ocasiones en que es provechoso dejar que las cosas ocurran.

Saber dilucidar cuando es el momento propicio para cada una. Las finanzas son un terreno favorable cuando se aprende a darle la vuelta al manual. Los ganadores no se pagan bien y nadie se enriquece a favor de mercado. Operar  siempre con un respaldo. Incluso la especulación tiene algo de racional si se plantea bien. El equilibrio es posible, ganar también. aunque sin el deslumbramiento que obsta para el desarrollo de toda metodología probada. Idolatrar al sol, las estrellas y la luna puede ser bonito al principio. Al final descubres que ganar es frío y que la mayoría de veces que se pierde hay una razón preconsciente.

Sin tener que realizar un gran esfuerzo interpretativo lo sabes.

Llegar a domar la codicia es la virtud del inversor. Lo importante es no repetir el error y pasar página para no contaminar sucesivas operaciones por la resaca tóxica de emociones como la desesperación y la furia.

Ilusión y costes representa explícitamente cómo se pierde el norte ante la creencia y la fe de que determinada inversión nos supondrá un enriquecimiento hace perder la referencia de un hecho obvio: el coste de producción de la moneda tradicional vs el minado de criptomoneda.

El coste de producción del billete o moneda tradicional es muy económico. Se tuvo que realizar un gran esfuerzo para reconstruir Europa y la Reserva Federal tuvo que exponer más oro de la cuenta. Pero el Plan Marshall se ejecutó con éxito. Igualmente el oro era la base hasta 1971. Al objeto de paliar la crisis y poder imprimir dinero a mansalva, fue necesario desvincular a esa fuerte divisa del oro. El dólar perdió valor y la inflación se disparó. Otros tantos de lo mismo ocurrió cuando el euro se hizo fuerte y Estados Unidos tuvo que buscar una paridad con el euro para que tuviésemos interés en importar.

O con la deuda de EEUU con Asia.

Hoy en día ocurre algo parecido cuando Oriente Medio se enfada con el mundo. Abre pozos de petróleo inactivos, inunda el mercado de oro negro y la cotización del dólar se tambalea. El euro lo padece ahora en España con los 140.000 millones prestados por el BCE para cubrir los devastadores efectos de la pandemia. ¿Cómo se están gestionando? Eso ya es harina de otro costal. Conflicto bélico, suministros, inflación, deuda acumulada, etc. La moneda ya cunde poco.

En contraposición a las monedas tradicionales, Las criptomonedas tienen un coste de producción muy elevado a partir del minado y su único respaldo es la ilusión y de ahí, la volatilidad.

¿Recordáis la película Rapa Nui, ambientada en la isla de Pascua? Llegado el momento de acercar las construcciones totémicas al mar, la única posibilidad de trasladarlas para poder desmontarlas y embarcarlas pasa por arrasar una distancia considerable cuya superficie está poblada de palmeras, que curiosamente abastecen el medio de vida de la Comunidad.

¡Y lo hacen!

Echan por tierra su soporte vital nutritivo bajo los auspicios de la grandiosa frase: Los dioses proveerán. El bitcoin tuvo una enorme fuerza y la continua atesorando, pero no se basa en un respaldo tangible, sino en dos valores intangibles y un fuerte componente: el planteamiento apoyado en la filosofía del gaming que fundamenta el minado.

Minar es como un juego.

Satoshi, fundador del bitcoin, supo sacar brillo al niño interior que todos tenemos y le dio con que entretenerse. Minar tiene costes, pero están respaldados por la ilusión. Nada se logra sin esfuerzo. En aquel momento la mente se focaliza en no ser: el único fish que deja pasar una enorme oportunidad. El sentido común aconseja razonar.

Y surgen las grandes frases de siempre: la vida está hecha para el riesgo, quien nada arriesga, nada gana y se potencia así la fe en una casa construida no sobre arena, sino sobre el aire.

Ir a una tienda de informática y pagar una tarjeta gráfica a dos mil euros da una imagen de reputación, o al menos así lo percibe el comprador ilusionado. Luego viene y de eso hablaremos con la paradoja del ahorrador a punto de jubilarse que contrata un fondo de inversión, la caída de la cotización y el verdadero coste: todo lo invertido en recursos para minar y rezar para perder lo menos posible soñando con un nuevo repunte del bitcoin. Mucha energía y consecuencias monetarias para el futuro. Por no hablar del riesgo moral. Beneficios colaterales inesperados para los proveedores.

Ocurre del mismo modo cuando el inversor novel que se deja deslumbrar, pierde la referencia de la objetividad, gasta todo o parte de lo que tiene para comprar equipo y empezar a minar, y lo que mina es su poder adquisitivo.

Ahora toca rezar.

En el lado corrupto se encuentran aquellos operadores que han realizado timos piramidales de todo tipo aprovechando la promesa de rentabilidad de las criptomonedas y si es en nombre del bitcoin, mucho mejor. La mala noticia es que los promotores de esas grandes estafas están cayendo. Veremos un interesante vídeo de Juan Ramón Rallo sobre la detención en Bahamas del artífice del mayor timo de la historia de Estados Unidos en materia de criptomonedas. El timador lo tiene fácil. El ansia de la gente le da la palabra clave. Sólo tiene que armar el tinglado y aprovechar la necesidad de creer.

Todo se reduce a lo simple y es la fragilidad de la condición humana.

Incluso en el entorno de las apuestas deportivas y el trading hay timos similares. Cualquier apostante/trader dedicado que sepa cuadrar números y protegerse de los temporales tiene claro que hay que cubrirse siempre que sea posible o ajustar la inversión en esa operación, a fin de no desviarse del 1% por operación. Allá donde haya una ganancia subyace un enorme esfuerzo, tensión, desgaste físico y emocional. Se trata de un tema de ejecución y vigilancia personal. Gestión emocional y control de bankroll. Nada de tipsters ni de gurús baratos. Una vez hice la prueba: un tipster honrado en redes.

No funcionó. El poder deslumbrante de la ilusión puede ser desbordante. Los costes son evidentes si no se modula un fenómeno con objetividad.

En los vídeos proponía hacer operaciones combinadas muy económicas por un total de diez euros el pack, de manera que se pagaban muy bien si entraban, respetando el tope de inversión. Unos cuantos usuarios me culparon de que me quedaba a uno de acertar. Fueron muchos 10/11 y alguna entró. Tengo documentado un 24/24, 10 de 10, algún 15/15. Pero no importa.

Salvo conocidos y amigos apostantes con criterio que comprendieron el fundamento, algunos las reproducían a cantidades demasiado elevadas y me culpaban cuando un gol a última hora rompía el cobro.

A día de hoy opero con unos socios cuyos conocimientos son cualificados. Ninguno se deslumbra y nos apoyamos en el estudio de eventos y pronósticos. Me cansé ya, de dar consejos a la gente que sólo ve la luz y no analiza los costes. Aún lo veo a diario. Te preguntan sobre un pronóstico determinado, pero en realidad no te escuchan. No vale la pena. Si se estrellan, o aprenden o caen. Ley natural. Insisto, el comportamiento genérico del inversor que no aprende es el mismo o peor que el de un jugador, pero no lo asimilan así porque creen jugar en un tablero normalizado.

Apostar es perjudicial e invertir se asume como una pretensión o hábito de clase. Hay magníficos apostantes y pésimos inversores.

Decidir es apostar y hay que saber cuándo decidir es ganar, o inmolarse por devoción. En la vida como en las inversiones y las apuestas, si acaso no son lo mismo, las pruebas, los experimentos, duran el tiempo justo de averiguar el funcionamiento. Luego ya viene la estabilización.

Poco importaba la premisa fundamental repetida hasta el hartazgo: Diez apuestas combinadas cruzadas a un euro la unidad. Algunas a nivel de grupo las financiaba yo mismo para repartir a partes iguales.

La ilusión y la percepción interna del beneficio en función de las expectativas era algo que cada cual procesaba a su manera, se cruzaba el límite, venía la culpabilidad y había que hacerle un reproche al promotor de la iniciativa. Aburrido de intentar hacer comprender la idea básica, fracasé. No se puede combatir contra los efectos de la ilusión a partir de la necesidad y los altos umbrales de complacencia de ciertos individuos. Avisé a los usuarios que participaban en los cauces normales de que estaba cansado y que algunos hilos incómodos me afectaban a la hora de seleccionar los pronósticos y de forma consecuente, cerré la actividad.

Mi idea era proponer un modelo funcional a partir del cual y siguiendo el canon de banca, una o dos combinadas al mes incrementaban el bank del grupo. La mayoría de inversores, por decir algo, están obnubilados por la fuerza arrolladora de la ilusión y descuidan los fundamentos procesales, las cauciones. Tan vitales en sí mismas.

Por lo común ocurre lo que vemos en las redes sociales a diario: esperar a que otro te haga rico. Menuda memez. ¡Eso no existe! ¿Qué diferencia hay entre obtener beneficios con el tiempo de forma escalonada y la pretensión de hacerse ricos de la noche a la mañana sin esfuerzo? La ilusión. Ni más ni menos. Cuando un tipster falsea resultados o se marcha a un paraíso fiscal con los fondos los clientes, estos se quejan y siempre encuentran a un culpable. Y es verdad, menudo cabronazo, peeeero…

La respuesta al engaño está en que quien espera que otro le haga rico, debe reconocer su ingenuidad y asumir un coste.

Ocurre igual con los fondos de inversión basura que promueven los bancos para inversores noveles. La mayoría personas al borde de la jubilación que, alentadas por un nieto o amigo de un amigo, joven universitario/a ávido/a de hacer ranking sin escrúpulos para impresionar a sus jefes y ascender. O seniors al filo del abismo y desesperados/as por colocar. ¿Quién diantre con algo de ética le coloca un fondo de ahorro a una persona de sesenta años y puede dormir tranquilo/a?

Primero se anima al cliente ilusionado e ingenuo en que el producto está garantizado o no se les informa bien sobre el ámbito de la variabilidad.

Al cabo de un tiempo, el cliente, lógicamente poco o nada ducho en materia financiera, mira la cotización del fondo cada hora y se tosta emocionalmente. Al mes el producto que es una full como un piano, cae en la cotización, porque así tiene que ser. El cliente atemorizado que tiene ochenta mil euros ahorrados de años de esfuerzos y penurias ve como sus ahorros han caído veinte mil euros en dos meses. Los resortes de la mente en la gestión de los argumentos son perversos y saben motivarnos con el concepto de la ganancia.  Y es que cuando aflora el miedo, la ganancia es todo lo que se puede salvar.

Tres fases típicas en la venta de productos basura y reinos de taifas:

Fase 1: ilusión.

Fase 2: desplome disuasorio sistemático y mensaje de ánimo. Lo más común desistimiento y pérdida parcial.

Fase 3: rezar y con suerte, llegar al momento en que el fondo expire y recoger. Hacienda te espera con la recetita y aceptas una pérdida parcial, o incluso lo peor, que irte empatando asumes mentalmente que has ganado. El dinero, por la situación de su necesidad tiene una memoria escasa. El truco más viejo es desposeerte de él y almacenarlo hasta que te reencuentras con él. La pérdida no se percibe y se bendice la reconciliación. Eso el sistema lo sabe.

Y claro. El/la cliente/a a quien se arengó con beneficios acude a la oficina despavorido/a con la idea de retirar el fondo asumiendo la penalización.

En poco tiempo, pesar de los consecuentes mensajes de ánimo del nuevo gestor, porque del que les colocó, no queda ni el polvo de la tierra que dejaron tras de sí, procede a salvar lo que queda de sus ahorros vitales. Y lo que es peor, aun se irá contento/a de no haberlo palmado todo. Liquidan lo que les queda de los ahorros de su vida con una módica penalización. Es lo que le ocurre cuando le confías a un extraño algo muy preciado. Sea lo que sea que ocurra, no puedes darle la culpa a nadie. Tampoco te están engañando: Rentas presentes no garantizan rentas futuras. La gestión del riesgo depende en primer lugar de la honestidad de cada cual consigo mismo/a. La cuestión es:

¿Te has dejado un remanso operativo para vivir? O como en la película Rapa Nui has cortado todas las palmeras y te has encomendado a los dioses?

Me viene a la memoria la frase de Gabriel Byrne en Shade:

Quien no sabe cuidar su dinero, no merece tenerlo.

También la de:

Matarse a nadar para morir en la orilla.

El verdadero desgaste del inversor no está en detectar el movimiento ganador. Este lo tienes claro evaluando las cuotas y triangulando información. Lo mismo en el caso del trading: precio, volumen, curvas de Bollinger, algo de intuición y valor esperado.

Lo que realmente representa trabajo es evaluar la cobertura adecuada para cada operación.

Es decir, la mayoría de veces que un movimiento diferencial no se cumpla, hay que ingresar la devolución o al menos gran parte de ella para continuar vivos, sumando picos y aprovechando bien esos grandes movimientos. Cuantos más eventos hay en marcha, más oportunidades encuentras para asentarte en ese retorno de equilibrio. Por ejemplo, tengo claros cuatro partidos que pagan quinientos euros por diez. Aceptamos el intento. ¡Muy bien, no hay problema! Cual de esos encuentros voy a suprimir o girar y en el tercer caso: ¿Dónde está la cuota que me retorna al menos el 75%? La decisión crítica. La ilusión justa que te motiva, porque si no ¿Qué estamos haciendo? Diligentes y al borde de la indolencia. No es fácil.

Ilusión y costes. El desgaste está en el respaldo, los movimientos compensatorios.

Las emociones están muy fuera de ámbito a estas alturas. ¿Cuánto tiempo lleva OKC Thunder palmando? por ejemplo, seis partidos. Dan cuota 8 por él. El pecado es no ir. Así que el trabajo real y el verdadero coste, el arte de la cuestión está en localizar y filtrar eventos anticipados, simultáneos o posteriores de probabilidad normal que nos devuelvan el dinero si no rompe la racha negativa.

Si no entra el diferencial, el dinero tiene que regresar para mantener la maquinaria funcionando sin damnificaciones.

Si la ilusión está viva en exceso lo complica porque buscará ganar por todas partes y eso no es posible siempre. El respaldo puede fallar porque se está forzando.

En resumen: Ilusión y costes. Ilusión de hacerse millonarios y el coste final de la falta de cultura financiera, la ruina. Pan, aceite y no ver la calle más que para pasear durante dos meses. Castigos tan necesarios como alentadores. Son cosas que ocurren cuando aprendes. Al final te cansas de hacer el paria y das por buena la ganancia, por normalita que sea, porque el cerebro es una máquina de consolidar enclaves a base de conceptos y hábito:

Ganar, si no, cubrir. A lo peor, ingresar parte. De últimas, cero patatero, que es de primeras lo que la mayoría de veces hace el común de la gente. No hay más. Siguiente movimiento.

Todo lo que vaya más allá en lo emocional es hacer chirriar las ruedas, mucho ruido y desgastar neumático. Hay días que dan para buenas cajas y otros como ayer, en que el Mombús Obradoiro no pudo con el Joventut, pero el Bilbao Basket hizo el trabajo compensatorio. Un simbólico retorno de 0.25 pero lo más importante para la mente: no perder, operación cubierta y el equilibrio interno para continuar funcionando con la confianza necesaria.

Esperar a que los dioses provean no hace sino informar la poca fe que tiene el inversor novel en sí mismo y la mucha que deposita en aquello que no depende de sí mismo. Luego viene la búsqueda de culpables.

¡Y así vamos! Cambian  los tiempos, pero a la gente se le toma el pelo sobre la misma base de procedimiento. Ilusión y coste. Posiblemente el fundamento del Bitcoin y las criptomonedas en general no fuera el de fomentar negocios piramidales.

La desesperación de los que buscan duros a peseta, la ingenuidad y la falta de información animaron a sacar tajada de ese contexto justificativo que demuestra que cada cierto tiempo, un noventa por ciento de ciudadanos no duda en tirarse de cabeza al movimiento que marca tendencia. Y quienes estamos empapados en el funcionamiento de la economía sabemos que a fin de cuentas, la ilusión en si no es un fundamento suficiente para emprender ninguna inversión. Y otro argumento que los ingenieros de ardides magistrales tienen al uso:

Las cosas no son lo que parecen, sino que parecen lo que son.

Ilusión y costes.  Haz algo inteligente y convierte la ilusión en un motor de motivación y curiosidad por el conocimiento y que su guía no sea enfocarse a la ganancia como objetivo que deslumbra, sino a la priorización de hacer las cosas bien, procedimiento cuya consecuencia es ganar a medio-largo plazo. Perder un partido un día no es preocupante. Ni que me falle una cobertura factible.

La confianza y la solidez de los sistemas de elección ofrecen más eventos ganadores que perdedores.

Y de eso se trata. Los costes al principio de la asunción de cualquier disciplina relacionada con las finanzas en general son altos. Finalmente y con el efecto experiencia y la vigilancia crítica, los costes se reducen y entran en juego los ingresos sistemáticos. La conquista de un buen ROI como objetivo final y una exhaustiva tarea de análisis de datos. Los costes son la base de análisis. Una parte imprescindible de la actividad y un componente que siempre hay que revisar cuando son elevados

¿Qué ocurre en el entorno para que una variable actúe de una forma determinada y afecte a mi forma de actuar?

Ilusión por mejorar y poner esfuerzo y concentración diarios. Costes como reguladores educativos que proporcionan el feedback. No podemos ser diligentes y desoír lo que ocurre y afecta al entorno de nuestra actividad.

Por ejemplo: los mundiales de fútbol.

Tanto en las semanas previas a su celebración, como semanas posteriores a su realización han  tenido y van a tener una repercusión en las ligas regulares. Los jugadores estrella que se reservaron, y al retorno, los que se han lesionado o necesitan un descanso extra, supondrán opciones de aprovechar esa resaca para equipos modestos que reciban a clubs potentes en rol de visitante. Analizar el mercado y reaccionar. El dinero fácil no existe. Todo se reduce a ilusión y costes.

Minimizar ambos es la clave.

El éxito funcional en realidad es anónimo, a menudo monótono y depende de la escala de expectativas. Si busco que los rendimientos cubran algunos gastos básicos, tengo éxito porque hago las cosas bien. No hace falta forzar. Si los requerimientos son mayores y dejamos que la sociedad de consumo nos imponga sus cánones nos exponemos a dos consecuencias como mínimo:

1-Los niveles de riesgo de exposición son enormes.

2-Tiene repercusiones futuras de extremada seriedad si la cosa no va bien. Porque el riesgo aceptado es proporcional a las exigencias y los ciclos económicos son cada vez más rápidos como lo es el nivel y rigor de vigilancia necesarios para mantenerte en ese rango de vida.

Conclusión:

Construye sobre roca. El problema del dinero es que al no vivir eternamente, conlleva con su pérdida costes mucho más elevados como todo lo que te puedes perder a cierta edad por una mala gestión cuando los años de calidad de vida ya se cuentan con los dedos de las manos.

La palabra éxito se ha magnificado.

Se asimila por defecto el concepto de éxito a la ley de los grandes números y no es así. El éxito no va de niveles, sino de realidades y prácticas consolidadas. En la escala que sea, si algo te funciona y lo vas mejorando, has tenido éxito. No olvides que vivimos en una sociedad que se sigue pegando tortas monumentales y que continua cayendo con los cuatro pies en timos cada vez más elaborados pero de base común.

Toda gran estafa, a partir del movimiento o de naturaleza asociativa a un movimiento, genera adeptos porque tiene la virtud de ilusionar y de hacer comprender que cualquier coste es sensato en pos de la gran promesa.

Cuántos vídeos vemos en YouTube con visionarios de medio pelo en villas ostentando vehículos de lujo son en realidad montajes, unos mejores, otros malísimos como aquellos mostrando el coche y habiendo olvidado la pegatina de alquiler en el parabrisas. Somos así de simples. El tema es por cuanto tiempo. Unos aprenden. Otros no lo hacen jamás.

La sociedad sigue picando en los timos más comunes.

Por tanto, piensa por ti mismo/a, investiga, confirma, confía en tus capacidades si hay argumentos de juicio viables y no intentes convencer a nadie. Los tulipanes se eternizan. Siempre hay un movimiento que forra a cuatro que lo supieron ver y arrasa con los incautos que creen en el dinero fácil. Eso es así y pinta a que seguirá.

Si crees que sólo con leer el libro El secreto tienes las claves para hacerte millonario/a, que Dios se apiade de tu alma.

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(Fuente imagen: pexels.com. Isla de Pascua. Autor: Diego González)

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Por Tony Socias

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