Breve pero intenso. Las crisis explosivas en ciclos económicos cada vez más cortos, por una cosa o por otra, parecen instalarse como distribuidores perversos de la riqueza.

Es una pena, pero le han cogido el tricky al asunto. Crisis explosivas de ciclo corto y ya verás cola en las, como ahora los bancos gustan en llamar a sus oficinas: Stores. Autónomos y ciudadanos recurriendo al crédito a la desesperada para paliar el bajón de dos meses de inactividad. Luego deberían darnos pena los trabajadores de la banca a los que cesan cuando se van cerrando oficinas y a final de año esos costes ahorrados  en estructura y personal se publican como beneficios de la entidad. Lo lamento pero de todos los empleados de banca a los que conozco, los que merecen la pena han salido por su propio pie asqueados y el resto penca porque está pillado. ¿Karma? Extraigan sus propias conclusiones. Todo, en suma, fruto de un plan perverso y una aun más flagrante actuación por parte de las autoridades que retrasaron el confinamiento.

Los bancos son buenos. Para hacer con salsa 🙂

Gracias a sus disposiciones, las familias y negocios que aún no han perecido con el vendaval se van a salvar, aunque sea a base de vaselina. Eso si no se convierte en una especie de torno que bajo aparentes recuperaciones no acaban embargando a negocios pequeños y otros grandes, pero cuyas reservas estén lastradas por una mala gestión. Las crisis explosivas empoderan a quienes manejan el dinero y la confianza que un día les depositamos.

Y es que por algo está la dicha: En determinados juegos, la banca siempre gana.

Si sabes contar cartas, te vetan. Si descubres a un croupier que carga hacia un sector y le sigues se darán cuenta. Pongamos que tienes un sistema ganador y el negocio es estable en los juegos entre peer, tiempo al tiempo que alguien meta la zarpa y empiece a ingeniárselas para hacerte tributar. A ciertas instancias no les es necesario conocer las reglas de un juego.

Las crisis explosivas son rentables. El dinero es muy difícil de seguir. Todo se reduce a hacer creer que se ha perdido su pista y que nosotros, la ciudadanía somos responsables. En cierto modo lo somos.

Es suficiente con inventar y aplicar un impuesto al caso.

A los políticos se les da de maravilla. Es lo que ocurre cuando las ideas escasean, que supongo que tratándose de esa estéril élite, ha sido casi siempre. La supuesta perversión de los casinos queda en una nimiedad frente a la perversidad del Estado: quieras o no quieras, tienes que jugar. ¿Alguien escapa al IRPF? ¿Quién puede soslayar los discriminatorios impuestos indirectos? Pagamos más por el combustible al gobierno que al Jeque.

Las crisis explosivas legitiman a quienes legislan a hacerlo de un modo diferente al que esperamos.

Una crisis explosiva es un azote a la seguridad de toda cuanta estructura consideremos estable y ellos lo sepan.

Las crisis explosiva son como un café ristretto corto del 12. O como un volcán corto pero intenso. El efecto dura poco pero el subidón hace estragos. Los Tulipanes, el 29, el 73 con el Petróleo, el 92, las puntocom en 2000, el crack inmobiliario en 2008 que Rodríguez Zapatero negaba esgrimiendo desaceleración económica. Todo eran crisis de larga duración. Eran devastadoras.

Pero como ya estábamos resabiados y se preveía otra caída aun más dura porque nadie se creía que la anterior crisis se había superado realmente, había que cambiar el estilo de la pegada. 

Como ahora se ha retrasado el confinamiento cuando se habrían ahorrado vidas de haber estado atentos a China. Porque ya se hablaba de este virus a finales de 2019. Las crisis explosivas atacan a las personas y a todos o gran parte de los sistemas que constituyen una garantía de estabilidad en una sociedad, un país, o tal como se va estilando, al panorama global.

El fundamento principal de las crisis explosivas siempre se articula en el sentido de la reducción.

Es cierto que el virus existe. El farol de la advenediza crisis no hubiera colado sin un fundamento cierto. Es tangible. Se declaran casos diariamente y se certifican bajas. Nosotros enterramos a un ser querido el pasado domingo. Luego está el problema de aquellos que no siguen las consignas y pasean al perro todo el día, circulan con el vehículo por la vía pública, o caminan juntos por la calle.

Por no hablar de los notas que cantaban en las terrazas y ya se han contagiado.

Ahí la multa es justificada. Idiotas ellos nos cuestan contagios y duras restricciones. Las instrucciones han sido claras en las medidas de seguridad e higiene que debíamos adoptar, así como en el régimen de sanciones, unas más lógicas que otras. Las crisis explosivas se basan en la capacidad de hacer buena la dicha de:

A río revuelto, ganancia de pescadores.

Y como saben que las redes sociales nos dan esa nota de resistencia que nos mantiene vivos y unidos, por ese lado la aguantan.

No os engañéis. Las plataformas cumplen la función perfecta y dual que conviene a ambos lados. El desgaste de energía por el alud de informaciones fatalistas filtradas y la sensación de unión y solidaridad en nuestro favor. Porque la granjita hay que mantenerla en marcha, e internet y teléfono nos dan ese mínimo de alegría, gracias deberíamos dar que a la próxima igual los alimentos básicos están contaminados, nos cortan la corriente y nos dejan sin agua ni comunicaciones.

Han aprendido.

Nadie atenta contra el negocio. Podemos considerarnos afortunados quienes lo sobrellevamos, aunque sea un agravio comparativo en detrimento de quienes sufren los envites de la soledad más desconsoladora, han perdido familiares y amigos, o están en cuarentena por contagio. Estar enteros es una victoria silenciosa, algo parecido a cuando un jugador de un nuevo equipo no celebra el gol marcado contra su antiguo club.

Crisis explosivas como la actual reflejan lo mejor y lo peor de la humanidad.

Todo esto y bajo la duda razonable y la necesidad de adoptar medidas extremas, acaba en la situación ideal para hacerlo aun más real:

¡No salgas de casa! El terror, la difusión oportunista por medios masivos con la higiene. Todo pensado para que te metas en la cama a esperar que pasen las ocho semanas, no sea cosa te tires un pedo y contagies al vecindario. Si tenías posibilidad de hacer negocio alguno te lo cercenan.  Las eléctricas ya flipan de ver los ingresos que les entrarán por el rollo de darle on a la lavadora cada vez que has tenido que ir a comprar. Y claro. Por preocupación,

¿Quién con dos dedos de frente no lo haría?

A este fenómeno en el que hagas lo que hagas, no escapas al control reductor del Estado lo vengo en llamar Perversión Sistémica. Ya he escrito años atrás sobre ello, aunque la huella digital ya lo sabe. Me pregunto si lo chapucero de algunos protocolos ha sido malintencionado o si debo remitirme a la Navaja de Hanlon. Porque no concibo la realidad de la gran cantidad de sanitarios infectados sin vincular el tema a una preocupante dejadez en la provisión de materiales y garantías.

Al decir que el #coronavirus permanece activo durante 12 horas en contacto con el metal, se te impele a que pagues con tarjeta.

Tal vez sea verdad. Quienes crean algo así en un laboratorio seguro que controlan esto y más. Tanto da que sean los yankees, los chinos, los franceses o los canadienses. Nos han jodido por una movida de corte económico. A ver quien la tiene más larga, y de paso, nosotros. #Nolesimportamos. Tal vez la siguiente andanada de virus sobreviva a -20 grados y soporte 50ºC. Todos sabemos que la tarjeta de débito/crédito es un eficaz sistema de rastreo y de inducción al consumo. Los usuarios de tarjeta incrementan un 30% el gasto frente a quienes no la utilizan. Si has salido más de la cuenta y has pagado con tarjeta, cuidado que te tienen pillado/a.

En las crisis explosivas la desorientación financiera de las personas menos preparadas en gestión personal suponen incrementos significativos del endeudamiento. Esa falta de diligencia administrativa contribuye en postergar la resaca y retardar el proceso de recuperación. Y claro, para cuando no hemos levantado una crisis, aparece la siguiente.

Ahora, además, hay que hacer cajita. El oportunismo de algunas sanciones.

Cuidado con lo que compras, no sea cosa que por llevarte unas chocolatinas y una cola te caiga un regalito de 500 euros al salir del súper. Y digo yo: ya de paso, sancionad a los establecimientos que venden los productos por los que multáis. Claaaaaaro, olvidaba el impuesto sobre azúcar. El tabaco mata y con este virus puede machacar literalmente a los fumadores que puedan ver rematada su ya mermada capacidad pulmonar. Igual con las bebidas alcohólicas.

¿Son los estancos un establecimiento de primera necesidad?

¿O priorizamos los altos réditos en impuestos indirectos?

Siempre hay fisuras. Las apuestas deportivas han volado porque al no llenar los estadios y entornos que reúnen a multitud de personas por riesgo de contagio, el negocio ha chapado temporalmente. La Champions ya veremos. Son 3.000 millones…Os aseguro que les duele. Siempre quedará el Tour…o no. ¿Os imagináis unas Olimpiadas con medallas pero sin récords?  No veo a un escalador cabalgando con soltura el Galibier con 75 kg.

Cambia el modo de hacer la guerra.

Ahora son ataques a las monedas y a las economías. Y como ellos nos consideran un número y nunca se declaran responsables de nada, sólo nos queda a nosotros como colectivo y como individuos hacer frente solidariamente. El tema va así. La farmacéutica que posea la patente del antídoto para el coronavirus o el virus que se inventen más adelante, gana la partida. Y como para protegerte de él te lo tienen que inyectar, también habrá bajas por parte de quienes no lo resistan por tener patologías previas.

¿El guión dice que se debería pasar cuentas a Sánchez y conceder el relevo a Casado y Abascal?

Incluso quién sabe si Rivera puede tener una oportunidad para renacer en este absurdo escenario. Quienes manejan la escaleta hacen entrar a unos personajes, salir a otros y reintroducirlos según discurre el plan.

Todo se reduce a una sencilla fórmula.

La motivación y el amor propio, el amor hacia los demás, la creatividad, la fortaleza física y moral son los recursos que nos mantendrán a flote en esta crisis y en las que en base a este observatorio acontezcan tras interpretar los datos.

No es un halago que digan que España siempre se levanta.

Porque si nos tocan tanto los cojones, nunca se sabe como se las puede gastar una sociedad cabreada. Serían las cuartas elecciones, ¿Qué más da? Igual en estas y después de quince años, igual me da por ir a votar. Lo más probable es que no, porque fijaos en una cosa:

Cuando unos lo hunden, pasamos penuria y cuando entran los que dicen que lo van a arreglar, viene la austeridad surge una avalancha de corrupción y sin apenas tiempo de recuperarnos, ya estamos otra vez en el lío. Y como no hay espacio material entre crisis y crisis ahí nos tienen, siempre en el cable. Cada vez somos más ariscos en la fe de creer que todo mejorará y más despiertos en la certeza de que, como titula Stephen King a una de sus obras,

Todo es eventual.

Tened presente que lo que está ocurriendo es documentación de lujo para un observatorio científico y socioeconómico, que para el caso es lo mismo.

Todos los indicadores se registran (reacciones por culturas, tendencias, hábitos, costumbres, situaciones y metadatos) y al cruzarse ofrecen comportamientos a nivel global que nos definen. De todo lo que acontece hay un volcado de medidores de resistencia y de puntos débiles. Todo está tasado. La libertad anterior quedará un poquito cercenada y es que todo lo que se ha ensayado como medidas enamora de forma peligrosa a quien las crea y no tendrá fácil desapego. De las conclusiones no se extraerán argumentos para que nos cojan del todo más preparados a la próxima, que la habrá, sino situaciones de presión idóneas para recordarnos que, hagamos lo que hagamos, entre que nos preparamos y no, morirá una gente, otra se arruinará y el esto se dolerá.

 Es el imperio de la incertidumbre y del miedo.

Los efectos del miedo son adictivos para quien crea las situaciones que lo produce porque es adicción al poder y a la dominación. Tal vez sobrevivamos a esta crisis, quedan semanas aún. Es un para-fenómeno real, es rentable y no nos considera respetables, sino meramente activos, o por el contrario, entes no productivos.

Cuídense porque como ya ven, quienes dicen que lo hacen, no reaccionan a tiempo.

¿Quieren la mejor de las crisis explosivas?

No voten

Muchas Gracias.

Tony.

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