Idea central sobre cómo pasar del micro-ahorro a la tranquilidad:

El ahorro, o su necesidad en determinados momentos, es un concepto arraigado en la conciencia popular desde antiguo:

El Faraón tuvo un sueño: siete vacas gordas salían del río Nilo y pastaban por la orilla. Luego, siete vacas flacas y hambrientas devoraban a las siete vacas gordas. El profeta José interpretó ese sueño como que vendrían siete años de bonanza y siete años de pobreza. Así que el faraón hizo aprovisionar para afrontarlos.

Génesis 41.

Y sin embargo, paradojas de la vida, resulta que según un estudio de la BBC,  los 5 países que más ahorran del mundo son: Qatar, Kuwait, China, Corea del Sur y Botsuana. China puede no resultarnos tan extraño, ni Qatar. El resto nos resulta más novedoso.

En el ciclo del micro-ahorro a la tranquilidad, buscamos la consolidación de actitudes y hábitos para crear un fondo de supervivencia. Un remanente económico que nos permita eludir el crédito al consumo o el préstamo personal, a las primeras de cambio que surge un revés. Tener mucho dinero puede no decir nada. Lo que nos saca del pozo es la actitud, las estrategias y los recursos naturalizados mediante la práctica. El dinero se lo lleva el viento, en cambio, la actitud tiene fuerza para navegar a sotavento.

El punto de partida.

Y de repente los bancos decidieron invertir en mercados extranjeros de enorme rentabilidad y perdieron interés en bonificar nuestros ahorros con intereses. De pensar en ahorrar para vivir de los intereses a ver cómo las entidades bancarias pueden cobrar y de hecho se hace, por mantener cuentas abiertas de depósitos discretos. Es importante activar la economía, dicen. Entonces el ahorro como motivación desaparece porque al tener una cantidad que cubra cuatro sustos…

¿Qué sentido tiene dejar en una cuenta corriente lo poco que una persona con economía estándar puede llegar a recopilar?

Si no tienes la nómina pagas más de 50 euros de mantenimiento al año. ¿Cómo afronta ese gasto un pensionista?

-Cada vez menos gente cree en los fondos de inversión que te vende el simpático y repeinada/o director/a de tu oficina y quien tenga fe en ellos que se lo haga mirar.

-¿Quien sabe en qué índices y mercados se destinan tus fondos?

-¿Sabía alguien que el banco sabe rentabilizar el terror con una buena penalización por el rescate del capital de tu aportación cuando la cotización de los valores variables sobre los que se apuntala caen?

-¿Alguien se ha planteado que un fondo garantizado no es más que una forma de que jueguen con su dinero y que al recibir lo pagado se rendirán comisiones de gestión y que el dinero se habrá devaluado al no recibir su actualización a nivel IPC?.

-¿Alguien no versado/a en economía y finanzas sabía que la bolsa es para unos pocos?

En síntesis:

El/la mayor responsable e interesada de/en controlar el proceso de ahorro es uno/a mismo/a

Y nos dijeron que un plan de pensiones era la solución.

Que en realidad no es más que el Estado te hace de papá, porque no sabes guardar tu dinero y al llegar al momento de liberar los fondos, el fisco te espera para pegarte un buen hostión, perdonad la expresión.

O invertir en Seguridad Social la aportación necesaria para obtener la máxima pensión, que no es más que igualmente poner tu dinero en manos de otro.

La cuestión es que si heredas tendrás que pagar aceptación y plusvalía e Impuesto del patrimonio, por no hablar de declarar el IVA y el IRPF por los frutos, lo cual te obliga, en el caso de que sospeches que pueda caerte un pisito o un terreno y reza que no te lo expropien, a hacer una provisión de ahorro para engrasar la maquinaria que te dice:

no merece la pena ahorrar mucho dinero. Gástalo o dánoslo.

Hay otra frase que me encanta:

Si no tiene un plan para su dinero, otro lo tendrá por usted.

Semejante clima de desmotivación y desestructuración de los cánones que funcionaban y garantizaban una jubilación pacífica, junto con la estabilidad laboral dieron con todo al traste.

Ahí empieza el momento en que el concepto del ahorro se ve comprometido.

Se hace muy difícil lograrlo, requiere muchos sacrificios y no todo el mundo está preparado.

Era 2016 cuando publiqué una línea de post dedicados al ahorro desde un punto de vista científico, tal como lo voy a hacer ahora, sólo que cambia el modo de plantear el tema. Ahora es preciso profundizar en mayor medida en la estrategia y en el aspecto motivacional, porque decir que estamos en medio de una crisis es peligroso. No sabemos en realidad, por más que traten de auspiciar el principio del fin con la vacuna, en qué momento se recuperará lo más parecido a la vieja normalidad. Y en ese escenario de incertidumbre, lo que depende de nosotros es hacer acopio de toda la disciplina, audacia y espíritu necesarios para afrontar este desafío de supervivencia con la certeza de que lo vamos a superar.

Cuando publiqué aquel ciclo llevaba por título: Pienso, luego ahorro. Ahora le he asignado un título más práctico:

Del micro-ahorro a la tranquilidad. En aquel momento la recuperación empezaba a respirarse. El ahorro se había asociado a los peores momentos de la crisis. Nadie quería oír hablar de sacrificios cuando ya se estaba llegando a la superficie. El título actual se ciñe a lo urgente: Qué herramientas necesitan:

-El ciudadano/a que se ha quedado sin trabajo porque la empresa para la que trabaja ha tenido que cerrar.

-La persona que se ha quedado en régimen de ERTE. Entre que se acuerdan de ingresarle la prestación y piensa cómo arreglárselas con lo que tiene.

-El empresario que ha tenido que cerrar su negocio para siempre.

Todas aquellas personas que nunca se plantearon en serio el tema de ahorrar como una forma de salir al paso de gastos sorpresa.

La idea de llevar del micro-ahorro a la tranquilidad como ciclo temático adelante surgió con motivo de la conversación que sostuve con un amigo que ha sufrido un ERTE.

Me comentaba que le angustiaba no saber qué cantidad podía ser necesaria para resistir el tiempo que estuviese al 70% de un sueldo que de por sí era ajustado. Es una de tantas personas en nuestro país con preparación de sobra y sin un trabajo proporcional a sus capacitaciones.

Mi respuesta fue: la cantidad que te ha de cubrir en una economía desordenada no es la misma que tras un proceso de depuración.

Que es justo la pregunta y respuesta refleja que me hice desde el verano pasado. Hasta ese momento y en un período delicado emocionalmente en el que por salud, era importante no pensar, demasiado, 6.000 euros podían no ser suficientes para sufragar aquellas expectativas. Ahora mismo con 1.500 estoy tranquilo y con 3.000 no hablemos. No dejo de ahorrar. Ahora es fácil. Un acto reflejo. Todo se ha automatizado. No hay sufrimiento. Tan sólo hay seguridad interna. No es tanto la cantidad, como la certeza de la consolidación de un hábito y un compromiso de reeducación.

Lo que cambia es la seguridad y la certeza de que la excepción no se convierte en una norma.

Tras la reposición moral, lo más difícil fue consolidar los 1.000 desde cero. Porque venía un segundo sufrimiento: el temor a decaer ante la cantidad de privaciones que me tenía que autoimponer para cambiar la tendencia. Hablaremos de ello. La conclusión es que es más fácil hacer 2.000 de 1.000 que 1.000 desde 0.

No soy mejor que tú. Tan sólo que ya lo he pasado y conozco el proceso.

Ahora no tengo que sufrir temblores, ni sentir frustración a la hora de dejar un producto de nuevo en el estante. Tal vez pueda comprarlo. No es el tema, es la idoneidad. La cuestión de ajuste del producto a mis nuevos valores. Igual lo compro otro día. La nota esencial es: Yo elijo el momento. Veo con escepticismo aquellas expectativas e incluso puedo reírme de mí mismo, viéndome en retrospectiva. Tengo claro lo que entra en mi lista de prioridades. Lo que más me costó fue establecer una cantidad por día de gasto. La duda era:

¿Qué debo hacer antes: fijar una cantidad o realizar primero una depuración?

Cuando empecé a quitar maleza, la cantidad se dibujó sola. Al revés es muy errático. Te recuerda a todo lo que renuncias. Cuando ya has priorizado, la cantidad diaria es algo que te permite cierta flexibilidad. Es ahí donde te vas reforzando. Te das cuenta de lo mal que lo hacías. Tengo diez euros una vez depurados gastos estructurales. Tienen que sobrar. ¡Y sobran! Sin pasar hambre ni faltar a mis obligaciones personales.

Destinatarios del ciclo:

Del micro-ahorro a la tranquilidad es un ciclo dedicado a personas que desde siempre han tenido dificultades para consolidar un fondo de supervivencia, un ahorro como resultado. Para ello, la idea desde aquí, es la provisión de conceptos, estrategias y recursos sencillos de gestión y revisión diaria.

A lo largo del ciclo haré algunas confesiones.

Lógicamente, todo lo que os puedo anticipar es fruto de haber transitado por todas las etapas. Ahora, ya desde el asentamiento, estoy en condiciones de aportar algunas ideas.

Este ciclo  se destina a aquellas unidades personales y familiares que se verán obligadas a hacer un serio esfuerzo.

Van a sufrir, pero al menos, con las estrategias que desde este ciclo les brindaré, tendrán una meta realista y flexible que darán valor capital, directo o indirecto, a sus acciones acertadas. Un sencillo compendio de recursos guía. Una iteración  encaminada, sino para hacer magia, si a valorar el dinero, saliendo de una conducta no selectiva en el patrón de gasto.

Cuando el ahorro como hecho constata la validez de esas estrategias y el control emocional necesario para lograrlas, habrá construido un fortín.

Llegar a ese ahorro factible le conferirá la tranquilidad necesaria para por fin, salir del patrón clásico del recurso al crédito de consumo. Entonces se habrá trascendido a un área más sosegada de equilibrio financiero y por tanto personal, con la fortaleza de conciencia de haber vencido en dos terrenos:

Mejora de procesos. El papel de la salud y el equilibrio interno. Rutinas de sustitución. Cuando menos se convierte en más.

Una mayor inteligencia financiera.

Cada moneda ganada o convertida, dinero directo o indirecto, fruto del cambio, la liquidación, la retención o la conversión de una habilidad, obrará como un potente feedback que nos animará a perseverar.

Revisaremos conceptos de dinero, valorando que hay más dinero que el estrictamente timbrado, distinguiendo así entre dinero valorizado, directo/indirecto, dinero plano/acotado, convertible, retenido y dinero especulativo. Dinero transaccional/transicional, entre otros.

Valoraremos la diferencia respecto de qué actividades aconsejan actuar, o por contra, parar.

Analizaremos la palabra tranquilidad desde el prisma de la consciencia de control, la motivación creciente a lo largo del proceso y la paulatina reducción de estrés. Todo ello junto a los nuevos placeres reportados por el descubrimiento/redescubrimiento de rutinas y hábitos enriquecedores que mejoran la calidad de vida paralelamente al dinero.

Temporalización:

Del micro-ahorro a la tranquilidad efectuará sus entregas  con la mayor frecuencia posible, en el orden de 1/4 días. Todo en la medida de la urgencia de estas medidas y de su pronta aplicación.

Nuestro objetivo es:

Tomar conciencia para ser conscientes de la necesidad de forjar un hábito que nos hará la vida más fácil.

Premisa:

Ahorrar no es fácil porque lleva implícita una cultura del sacrificio y de gestión de la escasez que es impopular y poco conveniente para los sistemas implantados por  los países que comúnmente entendemos como del primer mundo. Una dinámica crítica y largo-placista para la cual no estamos preparados.

Desgraciadamente sólo reaccionamos ante una crisis y casi siempre nos coge desprevenidos/as. Y lo que es peor, nos cuesta aprender. El sesgo de optimismo.

A la que los indicadores anuncian optimismo, asaltamos las grandes superficies sin piedad. Si atendemos a los índices de consumo y servicios, no tan sólo somos adictos al ocio y al consumo: somos una sociedad inmadura. Precisamente por la rueda en la que nos hemos sumido. Y desgraciadamente aquellos que saben gestionar no compensan el balance global. Los ciclos económicos son cada vez más breves porque los avances tecnológicos, al igual que los baches que los superan, se suceden a mayor velocidad. Todo se procesa más rápido. En esos procesos de despunte-caída-superación obran un factor protagonista las Nuevas Tecnologías. Lo bueno y lo malo ocurren mucho más rápido, esa es la diferencia. El problema es que la resaca por acumulación de intensidad es muy potente.

Nos ha sido igual recurrir al crédito si con ello cumplíamos un placer efímero.

Cuando la cosa se complica el crédito nos salva a corto plazo. Es lo que ocurre cuando hay que recurrir a la financiación para reparar el coche o comprar un traje para una boda, o un viaje. Incluso para apalancar un negocio más movidos con el corazón que con la cabeza… Y a la que nos despistamos, estamos en un fichero de morosos. Sé lo que es salir de ahí. Requirió estrategia, pero lo logré de forma civilizada. Mi gestor de cobros, un señor con el que trabé una relación cordial me dijo así: Enhorabuena señor Socías, ha vuelto usted de entre los muertos. Por ese motivo los intereses de las tarjetas de crédito son tan elevados. Los que pagan cubren a los que cada vez menos pagan. Os contaré como lo hice…

Y la economía entra en barrena.

Millones de los ciudadanos de los países desarrollados, en mayor o menor medida, han adoptado ese comportamiento basado en una tendencia de ostentación aparente y las economías colapsan cada vez más rápido. No recuperamos la crisis del 2008 y en dos años nos habíamos vuelto a animar. Aparece la pandemia y la herida se hace más profunda. La crisis más aprendida de todos los tiempos: COVID-19. Y con él la palabra restricciones en nombre de un bicho que nos priva de la libertad, cosa que en mucho tiempo no nos había sucedido desde la implantación de la democracia.

Es difícil exigir inteligencia financiera a los más jóvenes cuando los adultos somos los primeros que no queremos privarnos de nada. Al coste que sea.

Ahorrar es complicado porque además de la dureza de los sacrificios que implica es un juego complejo que nuestra mente procesa con dificultad. Para el ser humano, 2+2= 5. Por este motivo tenemos claro lo que hay que hacer, pero nos resulta complicado en el caso de lograrlo, no sufrir y mantener la actitud en el tiempo.

En primer lugar cabe distinguir dos conceptos en base a dos verbos que podrían manejarse como sinónimos y no lo son: economizar y ahorrar.

El primer verbo, economizar, es procesal y el segundo, ahorrar es final, o la consecuencia de una actitud que se modula en virtud del conocimiento, la responsabilidad y la disciplina. A menudo se fusionan al referirlos. Así las cosas, el fenómeno se expresaría así: economizando, como noción de que se están aplicando las estrategias diseñadas para la provisión de fondos y ahorrado, en participio, como el resultado consolidado. Economizas y como consecuencia, ahorras. Aunque si cuentas el dinero que luce tus logros, el fruto de tus nuevos esfuerzos, estás ahorrando, que es sinónimo por inclusión y a nuestro modo de hablar, de decir: estoy economizando correctamente. Una lógica interdependiente que es positivo interiorizar.

Donde antes no había o había poco, ahora hay más o mucho.

Cuanto mayor es la distorsión de las prioridades, es decir, cuanto más indiscriminado es el gasto, más grande es el crecimiento inmediato de tu caja tras la corrección sistemática de esos hábitos contraproducentes…

Ahorrar en infinitivo y ahorro como sustantivo no informan demasiado al resultado más allá de la visualización de un objetivo y su necesidad…

y en origen del plan teórico que habría que ejecutar para lograrlo.

Economizamos cuando planteamos y ponemos en práctica una estrategia orientada a optimizar nuestros recursos y lo hacemos de forma realista, ordenada y eficaz.

Ahorramos cuando más allá del plano teórico, registramos en nuestra caja, de forma directa o indirecta, el producto resultante de la aplicación efectiva de esas estrategias, hábitos y principios.

Y sin embargo son dos conceptos entrelazados, de ahí que es importante lo que le decimos a nuestro subconsciente y el modo:

El que no se compromete siempre está en proceso: tengo un plan, estoy ahorrando, pero al final no remata.

El ahorro nos brinda el feedback sobre la idoneidad del plan de gestión respondiendo a dos preguntas:

¿Eran las estrategias adecuadas?¿En qué grado me he comprometido con el plan?

Independientemente de la idoneidad teórica de esas estrategias: He controlado mis emociones y en qué grado he sido leal a lo planificado.

Ahorramos cuando existe un ajuste tangible entre la intención y la aplicación.

Es necesario remarcar las cosas obvias porque aun sabiendo lo que hay que hacer, es un hecho que por lo general nos cuesta ahorrar. Nos hemos acostumbrado a un nivel de vida en el que podíamos permitirnos variedad de privilegios-suscripciones, ocio, hobbies, adquisición de bienes-. Si no era con capital disponible, se dilapidaban los ahorros y si no, crédito hasta reventar. La economía se gira y de pronto tenemos que hacer frente a la previsión del peor escenario posible y sí:

el hecho de mentalizarnos para reclutar fondos a partir de poco o casi nada nos puede amargar la existencia.

Es más el síndrome de angustia anticipatoria, cómo se corta la respiración cuando tienes que empezar a hacer renuncias. Porque una vez te mentalizas y te motivas, cualquiera con un poco de organización puede ponerse en marcha y lograrlo. Es igual que la primera semana de hacer deporte cuando llevabas tiempo parado. Sólo puede mejorar. Depende de una cuestión de consistencia mental. No es nada fácil. El vacío de la renuncia cuando los golpes se acumulan es muy seco, duro y profundo. Ahí, el fondo que clama mejorar debe imponerse.

Se trata de reorganizar nuestro esquema de valores tradicional, en lo que a consumo responsable se refiere.

En los ochenta y noventa, si querías un producto y no tenías dinero no podías comprarlo. O estabas concienciado/a para ello. A los que recurrían a las clásicas letras se les miraba mal. Va por encima de sus posibilidades, se decía. Luego  todo se polarizó.

Surgió el crédito fácil y de repente, si querías un pastel, no era necesario romper el cristal de la panadería, porque la pedrada se la pegabas a tu propia economía.

Hasta que para cuando te has hartado de engullir indiscriminadamente aparece una crisis profunda de significado. Daba la sensación que no entrar en la rueda era quedarte atrás. Tú ahorrando y el resto disfrutando de la vida. ¡Paradójico!… pero ocurrió. Deseo-placer-culpabilidad-depresión-lucha por el nuevo estímulo. No citaré la frase de Warren Buffet. Pero el tema viene a decir que es a las bravas cuando se ve quienes tenían y quienes sencillamente aparentaban.

Nos habíamos convertido en aquellos niños que disfrutan más de desenvolver compulsivamente regalos el día de Reyes, que de valorar el propio regalo.

Se compran momentos, no valores. Y esa compulsividad basada en el temor de que se acabe el momento, que lo hará, nos desligan del valor del objeto en sí y nos crean la ansiedad y el deseo por generar un nuevo momento. Y lo que es peor: no tan sólo nos hemos quedado sin ahorros, o no los hemos podido construir: Estamos en una distorsión de prioridades que nos deja muy a expensas del salario del trabajo que, en el mejor de los casos, momeeeeento conservamos. Adicción a las compras.

Más allá de desempaquetar, algunos consumidores, por así decirlo, se ponen con el hecho de pasar la tarjeta por el datáfono

y decaen cuando llegan a casa y al abrir el armario se han convertido en un Diógenes de las compras desaprovechadas. Con la mejor suerte Vinted, Wallapop, ebay y segunda mano te salvarán, al menos parcialmente. Claro, no tenemos rutinas de ahorro, ni nos hemos planteado sacrificios. Y de repente todo empieza a fallar. El banco deniega el crédito, si es que no hemos entrado en ficheros…¿Y ahora qué?

Denomino distorsión de prioridades al hecho de seguir obteniendo ingresos, pero estos no cumplen una función racional o responsable.

Cuando se antepone la compra de bienes no de primera necesidad al pago de la factura de la luz, la comunidad tenemos un problema. La ansiedad, el estrés, la dificultad para renunciar, la incertidumbre pueden desorientarnos en el ordenamiento o regularización de esas asignaciones. Del mismo modo la ansiedad y el estrés nos pueden quitar luz en la toma de decisiones sobre ciertos campos, llámense oportunidades emergentes cuyas consecuencias nos pueden comprometer. ¿Y si se nos presenta un filón de negocio y el capital para entrar como socio son esos miles de euros que hemos palmado en cenas y festivales los dos últimos años?

Todas esas actividades que se ejercen con calma cuando se tiene dinero que no se necesita para especular, deben mantenerse apartadas cuando cada moneda cuenta. Con estrés y necesidad no podemos decidir con la misma objetividad.

Eso no significa no arriesgar de forma acertada si la idea es buena. Pero esa idoneidad debe evaluarse con detenimiento.

Es el momento de reconciliarse con la madurez.

Los más jóvenes, presa de la necesidad imperiosa de estar en la última en tecnología o enfrentarse a una terrible crisis de identidad, lo tienen más difícil. A nosotros, los adultos que ya hemos escarmentado y nos hemos hecho los regalos que no pudimos disfrutar de niños,  nos urge recuperar los viejos valores. Es hora de retomar el timón. De no asumir la lección con carácter de inmediatez, dejaremos a esa juventud con grandes problemas de implementación interna sin nadie que pueda ayudarles a salir. Y el futuro pintaría muy negro para nuestro planeta.

Raúl, un buen amigo, sabio donde los haya, me hizo una valiosa distinción hace dos semanas: no es lo mismo placer que felicidad.

El placer es privado y debe racionarse para no entrar en espiral y que este carezca de significado por devenir en su extremo: la adicción, que es cuando toda nota de placer ha desaparecido y todo lo que queda es nada cuando se consume y angustia en su carencia.

La felicidad es compartida, por tanto, memorable e intensa. La serotonina que genera el placer: disfrutar de un helado es inferior a la que segrega nuestro sistema en los momentos de felicidad: compartir con la persona amada, por ejemplo.

La constancia también es un valor que se ha deteriorado con la filosofía consumista del lo quiero y lo quiero ahora.

Y hacer lo posible para conseguirlo. Así que este es muy duro de consolidar, no obstante, marca la diferencia entre tirar hacia arriba, o no recuperarse jamás. La práctica sistemática de un deporte y corregir nuestros hábitos alimenticios son actitudes que nos van a ayudar. ¿Qué ocurre si nuestro corazón late más lentamente, capilarizamos más, pausamos el ritmo de vida, tenemos más capacidad de oxigenación y de ventilación y descansamos mejor?

A veces cuesta asimilar que por encima del dinero hay un bien muy preciado que se llama tiempo y juega en nuestra contra.

Ahora ya no sirve planificar lo que ganaremos en la jubilación. Ni siquiera dentro de cinco años. A la hora de planificar como paliar las consecuencias para hacer frente a un gasto inmediato, los planes de compensación a partir de ahora sólo son fabulaciones. Cómo reza Stephen King en una de sus novelas. Todo es eventual. Y es esa incertidumbre cada vez más latente la que nos exige una urgente mentalización y no menos apremiante adopción del compromiso. Tiempo atrás decías: compro este portátil de alta gama porque en diez meses lo he recuperado.

Parece que nos cuesta asimilar que nuestra energía no es la misma ahora que hace diez años y que será menor dentro de otros diez. Si pensáramos esto, tal vez frenaríamos ante una compra poco conveniente.

Esto plantea otro concepto en el establecimiento de ahorro por prioridades:

¿Realmente necesitamos ESE ordenador?¿O con uno que se adapta a las prestaciones que cumplen las funciones que necesitamos es suficiente? Lo mismo con teléfonos, tabletas, coches y cualquier tipo de electrodomésticos. Toni F, un buen amigo me dijo: para alguien como nosotros, que tenemos que ir a trabajar, un coche es un electrodoméstico. Por tanto otro parámetro para estudiar muy bien un report de ventajas e inconvenientes del modelo que instintivamente queríamos comprar.

Salir del ámbito de la distorsión de prioridades pasa por aceptar que hay que ser frío y calculador. Especialmente ahora, más que nunca. Tal vez desde esta reeducación en las pautas de consumo, algún día podamos permitirnos un extra. Saber discernir que ahora no es lo que más nos conviene es ya un gran paso.

Cuanto más largo es el plazo, más nos cuesta ahorrar.

Vivimos bombardeados por la sobreinformación y nos asaltan mil inputs de tentaciones que hacen muy difícil rediseñar nuestra economía. De ello depende sobrevivir. No hay otra: Es hora de priorizar. No nos sintamos culpables porque lo importante, tras lo aprendido es como modificamos nuestro patrón a partir del nuevo y duro escenario que se nos ha planteado. Hasta que no tomamos conciencia de ello sufrimos un duro condicionamiento porque nos enfrentamos a la versión más incisiva de la neurociencia (cognitivismo conductual avanzado): los mensajes que se insertan en nuestro subconsciente cada vez en menos tiempo. Para vencer son necesarios dos factores:

Una educación crítica sobre la publicidad y el consumo.

La consciencia de que estar fuera de ese redil garantiza el logro de nuestros objetivos: el control. Compro lo que necesito, al precio que me conviene y en el momento que considero oportuno.

Ahora más que nunca y tras salir de una crisis y hacer inmersión en una nueva más dura, se exige extremar nuestra actitud en pos de la mayor optimización de caja.

Hasta qué punto las rutinas sustitutivas son también puntales de enriquecimiento y mejora.

No tenemos una idea exacta de cuánto va a durar la pandemia.

-¿Habrá ERTE’s más allá? ¿O nos encontramos a las puertas de una hambruna sin precedentes tras la posguerra? Los ERTE’s han comprometido la capacidad económica de los ciudadanos que trabajan por cuenta ajena. El momento actual ha dejado en el desierto a empresas que se juegan el último cartucho de supervivencia en base a la financiación como tabla de salvación. Otras empresas han desaparecido. Y de repente pasamos de lo mucho a poco, de lo normal a casi nada y del casi nada a la nula esperanza de encontrar trabajo, la nada, las esperanzas se diluyen. ¡Ahora más que nunca hay que ser fuertes! Pues te diré una cosa. Incluso atravesando el peor infierno estar vivos es más que nada. Es más difícil renunciar a mucho, un momento dado, que de nada hacer algo.

Lo que depende de nosotros es empezar a pensar qué valor le otorgamos a cada euro.

Qué sacrificios deberemos adoptar para sobrevivir. Así que se hace necesario reordenar prioridades y planificar tanto sacrificios como estrategias para poder vencer y no tan sólo eso.

Nuestro objetivo es llegar a consolidar en el tiempo que a cada cual le sea posible, miga a miga y cada cual en sus posibilidades, un fondo de contingencia que garantice la cobertura de las necesidades básicas.

En el caso de que sea necesario afrontar compras esenciales para la supervivencia. Que cada uno de esos accidentes que a veces se encadenan, no nos dejen al descubierto y a expensas de la financiación a partir de los siempre despiadados intereses propios de los créditos personales.

La importancia capital de disponer de un ahorro o fondo de respuesta.

¿Qué ocurre si tenemos que llevar el coche al taller, se avería la lavadora y la estufa y esos tres elementos, por no hablar de otros, dejan de funcionar en una sucesión corta de tiempo?

¿Cómo cubrimos su reemplazamiento sin salir damnificados?

¿Qué enseres no arreglaríamos si su avería nos hiciera reflexionar? Uno que siempre he visto con reticencia son los lavavajillas. Cuando vivía en Ibiza lavaba la ropa a mano. Dudo que mucha gente se haya planteado que pueda ser más importante la secadora que la lavadora.

¿Disponemos de un caudal que nos permita ir regenerando ese fondo en un tiempo relativamente de tiempo, o nos exponemos a que otras circunstancias nos descapitalicen y nos dejen en situación de indefensión?

¿Cuál es el tamaño del fondo de supervivencia?

Para unas personas serán 1.000 euros, para otras 3.000 o 6.000. Cuando sufrimos un revés y el fondo responde, esa cantidad debe poder ir regenerarse constantemente a un plazo no muy extenso de tiempo. Es el efecto amortiguación. Si no lo logramos en condiciones sostenibles, es que nos hemos vuelto a desviar. La consigna es tasar los enseres esenciales/obligaciones financieras de que disponemos y estimar el peor suceso posible: que falle el 80% a la vez. La primera fase es más exigente, pues es donde sufriremos más. Una vez consolidado el fondo no hay que conformarse, ahí el momento complicado, hay que continuar. La diferencia es que con el hábito entrenado nos resultará más fácil, e incluso podremos permitirnos alguna alegría, siempre medida.

Desde este punto podremos diseñar un plan con una asignación diaria realizable que incluso permita ahorrar. Primero y para llegar a ello, hay que realizar limpieza en nuestro sistema de compras, en nuestras prioridades.

En el ciclo: del micro-ahorro a la tranquilidad pautaremos ese proceso a fin de ayudarte a establecer prioridades.

No cultivar una filosofía del ahorro y hacerla efectiva nos dejará a expensas de los contra-mercados.

Los contra-mercados siempre ganan. Son aquellas empresas y/o particulares que dotados de fondos significativos te harán una oferta a menor valor por lo que tienes, o te podrán presionar a aceptar menos por lo que antes hacías por más.

Finamente se les conoce como inversores. Podemos llegar a serlo, pero todo a su tiempo.

Duermen en tiempos de bonanza y despiertan en medio del temporal esperando cobrar su presa. Es la cadena trófica del capital. El pez grande se come al pez pequeño. Quedar al descubierto en la Sabana Africana. Ahorrar desde ya puede salvarte, ayudarte a preservar lo que es tuyo. No es lo mismo vender por necesidad que elegir el mejor momento.

¿Qué nuevos hábitos constructivos puedo adoptar para forjar el cambio de actitud? ¿Qué conjunto de rutinas que realmente no cuestan demasiado o muy poco, pueden contribuir a reforzar mi solidez?

Por supuesto, en el ciclo del micro-ahorro a la tranquilidad, hablaremos de ello.

-¿Qué cosas que tengo se pueden vender antes de recurrir a financiar?

-Renunciar a un seguro médico que estamos pagando, rehipotecar la casa, la venta o poner en régimen de arrendamiento una segunda residencia. Vender bienes refugio como oro, plata, obras de arte, instrumentos musicales, tecnología, un segundo automóvil, nunca irá destinado a cubrir gastos de ocio. Son sacrificios, unos más que otros, que no se pueden hacer de vacío y habrá que medir muy bien qué hacer con esa diferencia. Cada bien con valor implícito del que nos deshacemos es una vaca que deja de producir leche. De ahí la importancia de la actitud y del control emocional. No es fácil.

Habíamos vivido muy bien los últimos años. Las cosas han cambiado. Hay que reorientar el valor del dinero a partir de una reeducación para el consumo.

No es fácil desacelerar, renunciar y a la vez tener la fuerza que nos permita vencer a la incertidumbre, al tiempo y a ver la luz al final del túnel.

Controlar o no esas emociones, forjar o no esa respuesta económica en base a actitudes y hábitos, ya no nos llevará a hablar  de ganadores y perdedores, sino de supervivientes y de bajas. En personas, en empresas, en bienes. No será fácil para nadie.

Al final hay 5 rutinas que prevalecen a la hora de convertir la intención de ahorro en la inspiración, o plan realista para lograrlo:

1-Toma de conciencia. La elección del momento: ¡Ya!

2-Estipulación de una cantidad óptima del fondo de contingencia a edificar. Nuestra fortaleza financiera personal. El primer paso.

3-Cálculo de posibilidades reales, renuncias y conversiones. La asignación diaria de referencia. Los índices fijos y variables dentro de la cuota.

4-Registro de resultados diarios.

5-Evaluación diaria de resultados y reflexión. Mantener las medidas, establecer nuevos principios o reglas, Mejorar procesos, reforzar la conciencia de aplicación para ser más CONSCIENTES y vuelta al punto 1.

Aprovecho para recordar la idea inicial de que este ciclo va destinado a fortalecer la situación financiera de personas en situación económica delicada, no a establecer una promesa de libertad o independencia financiera. A estos menesteres ese tema queda lejos.

El hecho de haber infantilizado nuestra conducta creando tan malos hábitos de consumo y una pésima gestión financiera, nos obliga a registrar los datos cada día.

Si es necesario, dos veces o las que hagan falta para consolidar la conciencia para llegar a la consciencia, que es la que nos dice ¡Alto! antes de comprar algo que no conviene o de quebrar un principio al que nos hemos comprometido con el plan.

Hay quienes dicen que para integrar un hábito son necesarios 21 días.

Quizá sean 30. En cualquier caso merece la pena afanarnos porque cada día de lealtad a nuestra meta no tan solo es un día que dejaremos de sufrir, sino un día más en la lista de días que nos motivarán porque seremos conscientes:

Estamos cambiando nuestro sistema de vida a uno más inteligente.

Una leal seguidora de esta página comentaba en Facebook que en Venezuela es difícil aplicar estas estrategias, ya que al dinero allí y en el momento actual es simple papel debido a la desmesurada inflación. Mi respuesta ha sido:

El ahorro como actitud puede aplicarse también a los recursos disponibles. No es dinero, en el caso del contexto de nuestra lectora, pero son elementos esenciales para vivir. Deben dosificarse. En ese campo y por desgracia para su país, tienen mayor experiencia que nosotros.

El dinero aquí es un código, un sistema posible entre otros que las crisis nos están enseñando a negociar mediante las alternativas: bancos de tiempo, trueques de bienes  y servicios, así como cooperativas de bienes. Sistemas que entre 1980 y 2007 ni nos hubiéramos planteado allá donde un iluminado decía que: España está en la Champions Li de la economía mundial.

Te puede interesar:

Ahorro y 5 preguntas clave. Del micro-ahorro a la tranquilidad (II)

Los 7 vectores del ahorro. Del micro-ahorro a la tranquilidad. (III)

Entrevista a Vicente Verdú. La postulación de la teoría del Capitalismo de Ficción:

 

(Fuente imagen: pexels-maitree-rimthong)

 

 

 

About Post Author